Opinión

Don Cesario Gil Atrio


El pasado 22 de septiembre en Caracas tuvo lugar la sesión de apertura del procedimiento instructivo de la Causa de Beatificación de don Cesáreo Gil Atrio. Bien imagino la alegría y emoción que habrá embargado al cardenal venezolano Baltasar Porras al iniciar la causa de beatificación de nuestro entrañable don Cesáreo. Me van a permitir que le dedique al de Espinoso varias colaboraciones aquí. ¡Se merece llegar a los altares! En una visita mía a Venezuela traté de recoger datos que después publiqué aquí mismo hace años. 

Coincidió mi visita con una reunión de la Conferencia Episcopal venezolana de la que entonces era presidente el hoy cardenal. Me recibió con todo cariño y me dijo: “Están los obispos reunidos y ahora estamos en un descanso, cuando vuelvan a entrar en la sala acompáñame, por favor”. Así fue y, al entrar en el lugar de la reunión, Porras tomó la palabra y les dijo: “Este sacerdote es de Ourense y viene para preguntar sobre el padre Gil Atrio, fallecido hace poco”. El momento para mí fue emocionante e hizo que mis lágrimas bañasen copiosamente mis mejillas.

Se levantaron todos los obispos y prorrumpieron en un estruendoso aplauso. Al final, Porras me dijo: “Ya ve la opinión de los obispos venezolanos; la inmensa mayoría ha llegado al episcopado tras la opinión de Gil Atrio. Lo que ha hecho aquí en Venezuela es inmenso, muchas casas parroquiales incluidas y gran número de publicaciones e incontables cursillos de cristiandad”.

Había nacido en Espiñoso el 14-5-1922 y falleció en Caracas el 14-10-1997. Una vida plena de labor social, apostólica y literaria. Un hombre incansable. Pero “de casta le venía al galgo”. Su familia, sus orígenes ayer y aún hoy dan fe de ello por su coherencia, espíritu religioso y laboriosidad. Tres hermanos sacerdotes tuvo don Cesáreo y de ellos dos fueron deanes en la Catedral de Ourense y Santiago, fueron varias religiosas y aún hoy tiene tres sobrinos sacerdotes.

Tengo una anécdota personal. En una Visita “ad Limina” de mons. Temiño entramos a ver a Juan Pablo II varios sacerdotes acompañando a nuestro obispo. Entre ellos, José Antonio Gil Sousa, hoy doctor en Teología. Tuve el atrevimiento de decirle al papa: “Este sacerdote, santidad, tiene tres tíos sacerdotes, dos primos y varias religiosas en la familia”. Y el papa se vuelve a José Antonio y le dice: “Una familia muy clerical”. Feliz y certera respuesta.

Por otra parte, nunca he estado de acuerdo con la apreciación atribuida al obispo don Florencio Cerviño. Se le atribuye cierta animosidad con el clero de Cartelle: “Mucho, mucho, pero malo, malo”. Totalmente falso y desde el cielo don Florencio pedirá perdón, porque son muchos y algunos muy ejemplares. Por eso cuando ahora comienza la causa de beatificación de don Cesáreo, bien creo que si llega a los altares también es un premio para el clero de esa zona privilegiada de la diócesis.

Alguien ha calificado el inicio de la causa de beatificación: “El padre Cesáreo Gil Atrio, otro cursillista en camino a la santidad. El fue quien introdujo en Venezuela el movimiento de los Cursillos de Cristiandad”.

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