Opinión

Las homilías

Lo recordaba Benedicto XVI y lo practica el papa Francisco. El cuidado en las homilías que pronunciamos los sacerdotes, su fondo, forma y duración. Hace un tiempo, el obispo de Coria-Cáceres, monseñor Francisco Cerro Chaves ha publicado un articulo con un decálogo muy interesante. Dice que las homilías "deben estar preparadas, cortas, sintéticas, que explique la Palabra de Dios, con aplicación a la vida, que ayude a conectar con Dios, que manifieste experiencia de Dios, que no haga política, con tono cercano y positivo y que mire al estilo del papa Francisco". Buenos consejos episcopales que debiéramos tener en cuenta cuantos tenemos el privilegio y obligación y de ser fieles interpretes de la Palabra de Dios. Grave responsabilidad la nuestra siempre, pero más en estos tiempos en los que se cuidan al milímetro y al segundo las intervenciones públicas. Nosotros tenemos el deber al que corresponde el derecho de los fieles a escuchar la doctrina sana y segura.

Sin restar un ápice a lo anterior también es necesario puntualizar algo fundamental. Me permitirán que les diga que oigo con cierta perplejidad algunas frases que algunos pronuncian cuando al salir de las ceremonias afirman: "Ha sido una homilía muy bonita", "Me ha encantado su misa que fue muy agradable"...y otras similares. Si uno les pregunta el resumen de lo que oyeron a veces ni saben el tema o a lo sumo se quedaron con una anécdota. ¿Y los contenidos? A veces ni idea. Es la realidad que refleja, a mi modo de ver, que aquella homilía que a algunos les pareció "muy bonita", no ha servido de nada.

La Palabra de Dios debe "ir al grano" llamando a las cosas por su nombre que a veces escuece y debe interpelar. La doctrina debe ser predicada con claridad y muchas veces eso puede disgustar a los oyentes que viven al margen o lejos de las exigencias bíblicas. Claramente expuesto el mensaje además de comprometer supone una seria corrección a estilos de vida y comportamientos y crea escozor y hasta rechazo. San Pablo hablando a los fieles en una ocasión les presentaba las exigencias y aquellos le respondieron: "De eso te oiremos hablar otro día".

Pues lo mismo. A la Iglesia, como a todas partes, debemos ir para oír lo que "tenemos" que escuchar y nunca solamente lo que nos "gustaría" oír. Esta es la cuestión. La Iglesia es madre y como tal debe distribuir la comida a su tiempo respondiendo a la realidad de los hijos. A veces hoy en día vemos como se critica a algunos obispos cuando lo que están diciendo es la verdad pura y dura. Se les crucifica por transmitir contenidos claros para la fe, la moral y las costumbres. Y son varios los ejemplos recientes en el episcopado universal sin olvidar sonados casos españoles. Se lee sólo lo que conviene y se ponen titulares llamativos cuando el mensaje que quieren transmitir es mucho más serio. Largas cartas pastorales y encíclicas de las que únicamente se recogen puntos anecdóticos desvirtuándolas.

Si la Iglesia claudicase de transmitir sus contenidos fundamentales por el miedo a ser rechazada estaría fallando gravemente a su misión.

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