Opinión

Una necesaria alegría

Ni les cuento lo ocurrido en la noche del domingo de la victoria en el europeo en Portugal. Horas épicas y un resultado balsámico para un pueblo que necesitaba alegría. A mí me tocó tener cuatro misas en ese día. En todas ellas, para relajar la tensión, les dije un día, que en este país de las tres "F" era necesario ponerlas en práctica: Que el Fútbol mire a Fátima para cantar un Fado alegre.

Durante el partido final del europeo, Francia-Portugal, con la prórroga incluida, el silencio se cortaba en las calles. Ni un coche circulando y ni una persona paseando. Todos con la televisión. Pero después de las diez y media de la noche y tras el sofocón de la lesión de Ronaldo, y el gol de Eder en el minuto 109, aquello se desbordó de tal forma que el silencio se trocó en gritos y pitadas de cláxones, la paz se vio festejada con millares de banderas y la cerveza corrió por doquier uniéndose a ella los gritos de jóvenes y del resto de la población.

La tentación fue grande y nos bajamos al coche para recorrer Estoril y Cascais. ¡Tremenda proeza! Los apenas cinco kilómetros de distancia estaban a tope en las aceras y en el medio de Cascais cientos de jóvenes alegres como nunca paraban los coches balanceando los vehículos en medio de su euforia. Digo yo cuándo lo programaron. Lo tenían todo previsto: dejaban pasar de uno en uno y con megáfono en mano para la ceremonia del meneo del coche. ¡Graciosísimo! y por encima, como en esta zona soy bastante conocido gritaban mi nombre y aplaudían. Todo un número. Total que los diez kilómetros de la ida y vuelta nos llevaron dos horas que con gusto hicimos por el placer de ver felicidad rebosante, miles de banderas, muchos en el capó sentados aplaudiendo y coreando el nombre de Portugal. ¡Gran noche la del domingo! Y lo ocurrido el lunes ha sido apoteósico. Toda Lisboa recibió a los campeones y se echó a la calle en inenarrable baño de multitudes por las calles lisboetas con un largo recorrido del autobús con los campeones.

Rebosante felicidad. Comenzando por el presidente en el palco de Saint Denis de París junto al primer ministro. Yo le hice llegar a Marcelo Rebelo de Sousa mi felicitación que se merecía. Lleva desde marzo como presidente y aqui todos son problemas. Bien le viene, le dije a su novia, que reciba esta gran alegría él que es un seguidor del fútbol y en concreto del equipo de Braga. Recuerdo que en la primera final que disputó Portugal contra Grecia en el 2004 en Lisboa, fué quien retransmitió el evento que finalmente ganaron los helenos con una gran decepción lusa.

Y es que la cosa si está mal en España, aqui dista de estar mejor con la espada de Damocles desde Bruselas pendiendo encima por el déficit. Una nación que pasa por la Troika, el rescate, los recortes, la falta de empleo y la situación sociopolítica que en nada favorecen a un pueblo que sufre. Una pena porque es un país con un sinfín de valores únicos: paisaje, arte, gastronomía, clima... Un cúmulo de cualidades que adornan al pueblo de Camoes, Vasco da Gama, Alfonso Henrique, la Reina Santa, Nuno Alvares Pereira, San Antonio y muchos más que prestigian su personalidad propia de milenios.

Por eso cuando los problemas acucian y el pueblo toma en general su ocio llenando los centros comerciales y dejando desiertas las calles, lo ocurrido el aquellos domingo y lunes supone un gran relax. Una diferencia grande con España son precisamente el aspecto de sus calles muchas veces desérticas y que ahora se llenaron dando rienda suelta a una alegría contenida, un bullicio siempre oculto y un jolgorio inexistente en la mayoría de los días. Sea Fátima o lo que fuere el caso es que este querido país vive un momento histórico reconfortante y el Fútbol les ha llevado a cantar entusiasmados un Fado inolvidable ilusionados con su bandera y su himno.

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