Opinión

¡Que vengan los Reyes!

La costumbre es muy española y tristemente o la estamos desvirtuando o la sustituimos por otras foráneas que nada tienen que ver con nuestra cultura. ¡Los Reyes Magos! es algo tan hispano que es incomprensible observar como algunos que se dicen amigos del pueblo para nada tienen reparo en introducir aquí lo que claramente es ajeno a nuestras raíces. Déjenme que les aclare que todo lo que digo es al margen de las posibles connotaciones de fe. Es algo diferente, e incluso al margen de la fe está más en consonancia con el ser español.

El candor y la sencillez de los Reyes Magos es muy difícil compararlos con lo que suponen otros símbolos. Aunque sólo fuese por la cara de admiración que en nuestras calles la noche del día 5 reflejan los cientos de miles de niños merece la pena la Cabalgata y esos miles de caramelos, los paquetes con los regalos... todo. ¡Es la noche de la gran ilusión, la noche de la simulación del sueño que ese día tratamos de que nunca llegue! ¡Qué gran noche!

Simbolizan el oro, el incienso y la mirra al Rey, al Dios y al hombre. A todo ello se une el griterío de los niños que incluso quieren prolongar su inocencia. Y los que ya somos mayores en este día quisiéramos hacernos niños, y agrandar la puerta como decía Miguel de Unamuno. "Agranda la puerta, Padre,/ porque no puedo pasar./ La hiciste para los niños,/ yo he crecido, a mi pesar./ Si no me agrandas la puerta,/ achícame, por piedad;/ vuélveme a la edad aquella/ en que vivir es soñar". Eso nos pasa a muchos en este día en el que desearíamos ardientemente volver atrás. Deshacer o mancillar esa ilusión sería una verdadera tragedia para cuantos ciegamente tienen esa fe. Ya el tiempo a cada uno les va haciendo mayores aunque siempre en esto permanece la ilusión.

Yo me pregunto al ver nuestras calles españolas repletas de críos, por qué los mayores somos incapaces de leer en sus rostros esa sencillez y paz para transmitirla a la sociedad. Por eso los Reyes trayendo todo eso nos están señalando el camino por el que debiera circular esta sociedad tan ajetreada sin tiempo para pensar y sin momentos para ilusionarse. ¿Cómo es posible que se pretenda destruir una ancestral tradición suplantándola por unas flores y eliminando el Belén tradicional en el corazón de Madrid? Supone un ataque frontal en aras de una democracia que está en camino para ser sustituida por la más cruel dictadura que elimina esencias rebuscando subterfugios increíbles y celebrando los solsticios. Porque dictadura es querer imponer un estilo propio postergando el de una mayoría.

En el zapato de nuestros balcones, en la carta con destino a ese Oriente por cierto en guerra, tal vez sea necesario que nos envíen unos paquetes con paz, unas maletas con diálogo, y unos sacos de comprensión, tolerancia y caridad. ¡Lo necesitamos! Sin duda este año más que nunca sería necesario pedir ese don preciado de la paz y la eliminación del incalificable terrorismo. Si eso nos trajesen los Magos de Oriente o quien fuere, habríamos ganado el gordo de la lotería.

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