Opinión

Monseñor Carlos Osoro “El Peregrino”

El cántabro Carlos Osoro Sierra, de 69 anos, alcanza ahora la titularidad de la mayor sede episcopal de España, y probablemente la última estación de una peregrinación que le llevó de Santander a Ourense, de Ourense a Oviedo, de Asturias a Valencia y de la capital del Turia a la capital de España.

Afable, cercano, extraordinariamente sociable, los madrileños van a contar con un arzobispo que parece hecho a su medida. Serio y ponderado cuando hay que serlo, pero alegre y comunicativo siempre. Tiene palabras de afecto para cualquier fiel y cultiva especialmente la cercanía y la amistad con sus curas, que son sus primeros y principales colaboradores.

Sin presumir de intelectual, monseñor Osoro hace gala de una capacidad de trabajo y de una actividad inaudita. Como obispo es un todo terreno que igual oficia una eucaristía en el último pueblo de la diócesis, que se reúne con los más importantes empresarios y políticos de todo signo y condición. Se suele encasillar entre los miembros del sector conservador de la jerarquía, pero en ese caso se trataría de un conservador muy moderado con una excelente cintura y con una enorme capacidad de diálogo. Un conservador pasado por el tamiz del papa Francisco, que lo llama cariñosamente “el peregrino”. Cultiva la cultura del encuentro y no de la exclusión. Viene a Madrid “a ser un arzobispo para todos, a servir a la comunidad católica a la que se debe, pero también a salir al encuentro de los alejados buscando tender puentes de diálogo”. Así hablaba en la COPE el arzobispo electo de Madrid al comentar la nueva misión que le había encomendado el papa. El también vicepresidente de la Conferencia Episcopal es, sin duda, uno de los referentes de la Iglesia en España, con un estilo pastoral callejero, siempre cercano a la gente, que sintoniza a la perfección con el impulso misionero que propone y personifica el Santo Padre.

Tras casi seis años en Valencia y con la experiencia adquirida como obispo de Orense y Oviedo, monseñor Osoro llega ahora a Madrid, una diócesis de complejidad sociológica pero con una comunidad cristiana muy revitalizada tras dos décadas del pontificado del cardenal Rouco Varela, muy fecundas tanto desde el punto de vista misionero como desde la superación de viejas divisiones y rencillas postconciliares. Como sacerdote que gozó de su cercanía y cordialidad en Ourense, pido al Señor que le conceda todo el ardor y fuerza que se necesita para llevar a cabo la difícil tarea que se le ha encomendado.

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