Opinión

¿Hay legado de “Es la economía, estúpido”?

En las elecciones de EE UU –un país con una democracia que jamás tuvo interrupciones–, la economía ha desempeñado un papel fundamental a lo largo de la historia. La famosa frase “Es la economía, estúpido” se ha convertido en un recordatorio perenne de la importancia que los temas económicos tienen en la toma de decisiones de los votantes. Popularizada durante la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, esa frase encapsula, sin duda, el impacto duradero que la economía ha tenido en los procesos electorales posteriores.

Durante aquella campaña, Clinton, candidato demócrata, y su equipo de campaña centraron su mensaje en los problemas económicos que afrontaba su país. La recesión, el desempleo y la desigualdad eran cuestiones apremiantes que preocupaban a los votantes. Con el objetivo de destacar su enfoque en la economía, el estratega James Carville acuñó la frase “Es la economía, estúpido” como un lema de campaña.

Esta simple pero poderosa frase resonó en todo el país y se convirtió en un recordatorio constante de que los asuntos económicos eran de máxima importancia. La estrategia de Clinton fue exitosa, ya que logró ganar las elecciones. Desde entonces, “Es la economía, estúpido” ha influido en la forma en que los candidatos y sus equipos abordan las campañas electorales.

La frase destaca la necesidad de los candidatos de comprender y abordar los problemas económicos que afectan a los ciudadanos y, a la vez, ha demostrado en sucesivos procesos electorales que los votantes están atentos a las promesas y políticas relacionadas con el crecimiento, la creación de empleo, el acceso a la atención sanitaria y otros asuntos socioeconómicos clave, sin necesidad de entrar en tecnicismos.

¿Pero, en medio de tantos mensajes populistas, tiene ahora la economía la misma relevancia o menos que cuando las democracias estaban basadas en discursos razonados y programas realistas? La importancia de la economía puede variar en diferentes contextos políticos y sociales. En tiempos de mensajes populistas, donde los discursos se centran en emociones, identidad y promesas simplificadas, es posible que la economía no sea el único factor determinante en la toma de decisiones de los votantes.

Otros temas, como la justicia social, la seguridad o la inmigración pueden tener un mayor peso significativo, pero la economía sigue siendo un asunto relevante para los votantes, ya que influye en su calidad de vida, empleo, ingresos y bienestar general. Los candidatos populistas a menudo prometen soluciones simplificadas o incluso utópicas, lo que puede atraer a sectores de la población descontentos o preocupados por su situación, pero así no se arregla un país. Alberto Núñez Feijóo (PP) y Pedro Sánchez (PSOE) parece que lo saben.

Este sábado, Pedro Sánchez se enorgulleció tanto de la situación económica que afirmó que España va “más que bien”: “va como una moto”. Y no solo destacó que tiene un balance excepcional, un plan y avances económicos y sociales que permitirán mejorar aún más en los próximos años, sino que criticó al PP y Vox, reprochándoles que carecen de un plan económico. Incluso hizo un juego de palabras diciendo: “Ellos no tienen nada y nosotros, a Nadia [Calviño]”. Pero tanto Feijóo como Sánchez, si quieren abrirse paso frente al populismo, están llamados a ofrecer alternativas realistas a un país endeudado.

@J_L_Gomez

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