Opinión

Nostalgia, nostalgia

En un momento donde nada parece a la altura, se echan en falta voces cautas y sonoras de solemnidad, voces que aporten luz. Pienso en los intelectuales -que nadie se asuste-, como si ellos fueran quienes de resolver el enigma. Una sociedad no puede prescindir de ellos, aunque pudiera ser que no se vean porque ya no los haya, que ante la mediocridad reinante estén hibernado, al igual que los científicos y tantos jóvenes creativos. Ahora en este país tampoco se lee, y menos se paga por ello –algún ingenuo pensará que el rico legado que hemos recibido a partir de ahora fluirá libre como maná caído del cielo-. Una sociedad que no se alimenta, que no vive la cultura, está encaminada a un mal destino, y no es cuestión de moralina.

Mientras la mediocridad cortoplacista marca la línea que nos toca, uno tiene la sensación de que no sólo nos han robado el discurso, sino también los papeles. Aunque las memorias políticas siempre han sido un género frecuentado, se ve con cierto repelús que en ausencia de otras voces, la escena quede eclipsada por políticos que recuperan la memoria, como si alguien les hubiera dicho que el país que les ha mantenido, necesite sus consejos por escrito; y son muchos los nombres, el último Guerra y Bono, que ya va por las segundas.

Imposible no echar un vistazo al quiosco y ver de un plumazo las publicaciones que quedan, entretenimiento, rosas, técnicas, cada vez menos. Para dar con una revista de cultura, de pensamiento, de esas que incidían un paso más allá del necesario estado de opinión, hace falta escudriñar hasta la última línea del frente lector, a veces ni con esas. No es nostalgia, que también, imposible olvidar los tiempos en los en el quiosco encontrabas diez, doce revistas, que te hacían sentir, encontrar refugio donde sosegar la mente. Atrincherarlas al ostracismo de lo necesario como ha hecho este gobierno es una evidencia de la deriva, retirarlas de la red de bibliotecas, en claro harakiri al intelecto, es representativo del nivel. A uno, para rematar, y sin mucho pensar, le vienen a la mente dos momentos recientes, uno, el de Rajoy visitando al Papa con la camiseta de la selección; el otro, el de Mercedes Milá enseñando el culo. Nostalgia.

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