Opinión

Tom Harrell, delirio sonoro

A Tom Harrell le persigue su leyenda, su “locura”, a nosotros, después del concierto del Latino, tan solo su música, un azote para impedir dormir con la conciencia tranquila. ¿Se puede tocar así?

Descansa en el tópico que en el jazz la trompeta es el rey de los instrumentos, a Tom Harrell, azote de creatividad, compositor infatigable, nadie le discute liderazgos; trompeta técnico y ponderado donde los haya, y todo eso lo trasmite, Wayne Escoffery lleva el peso en cada entrega, sostenida en el elegante piano de Danny Grissett, en el ritmo enérgico de Johnathan Blake, y en un bajo puro nervio, Ugohna Okegwo.

Ritmos latinos alocados en el piano de Danny Grissett, en su primera entrega, “Agua”, para acelerarlos hasta la locura, una suerte de precipicio sin final; con Star Eyes, segunda pieza, esencia de Charlie Parker para lucimiento del saxo de Escoffery, un portento al que Farrell llena de notas de mil sabores y ninguna sobra; con “Agua”, nos adentramos aún más por caminos imprecisos, en una sonoridad endiablada, a lo Coltrane de negritud y nervio, también otros de puro remanso, al final se nos recuerda la melodía; “Sound Damage”, pieza intensa cargada de misterio e improvisación en la que se repiten los esquemas de ejecución con Grissett tocando el piano Fender; la quinta, un auténtico regalo, un dueto –Debussy– con el piano lleno de delicadas imágenes; con “Nº5”, una de sus más logradas composiciones, el piano sonaba como si lo tocara el mismísimo Silver, el maestro puso final al concierto. A su regreso Farrell presentó a su banda, dio las gracias y nos regaló un bis de leyenda, Milestones de Miles Davis. Con el público entregado y en pie, Harrell y su banda abandonaron el local. Para la historia.

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