Opinión

Y el padre borracho

Uno se los imaginaba impolutos de presencia y preñados de honestidad, ejemplares padres de familia de esos que al margen de educar a sus hijos en ejemplarizantes colegios de pago también ejercen de modélicos guías en el interior del hogar. Craso error. Lo que estamos viviendo es lo más parecido al discurso de un padre que llega a deshora con la mirada turbia exigiendo disciplina y conducta ejemplar para con los suyos.

Y el culpable no es el cabrón de Luis que amenazante prometía abrir trincheras; él es la parte visible de la enfermedad, ese tumor maligno en un cuerpo extenso. 'Que cada palo aguante su vela', anunciaba días atrás Cospedal, pero lo decía con la boca chica consciente del lodazal que se vislumbraba en el horizonte. Arrastrar una gran mentira es un espanto, imposible dormir a pierna suelta, de poco sirve un 'no me consta' o la amenaza de querella contra todo bicho viviente; más cuando el discurso que predicas y las prácticas que demandas no se corresponden en lo aparente con tus intimidades ni las de tu partido.

Cabrón es término rotundo; desconozco si el apodo le vino por una cuestión física, sentimental o fisiológica. El macho cabrío, además de traicionero, deja una pestilencia imborrable en la distancia. La vendetta publicada en El País le ha ahorrado parte de la auditoría que demandaba Rajoy para las cuentas de su partido, y sin anestesia. De puño y letra del extesorero, en un abrir y cerrar de ojos ha dinamitado la credibilidad del padre, alcohólico y mujeriego, la del partido y ha dejado la credibilidad del país hecha añicos, con la sombra de la corrupción circulando por la sangre del sistema; el Fiscal General del Estado prometiendo abrir los ojos. De puro delirio. Wert andaba cargado de razón cuando ejemplarizaba en el sistema educativo el fracaso de la educación, pero se equivocaba de prioridades, reconózcalo señor Wert, la ética y la honradez son valores prioritarios.

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