Opinión

Regalos más allá 
de la cortesía

Con las noticias que genera el denominado “caso Pokemon”, ha salido a colación una relación de obsequios que supuestamente hizo la empresa Vendex a unos cuantos políticos locales, incluido el exalcalde y ahora imputado Francisco Rodríguez.

Se habla, entre otros, de relojes de conocidas marcas y que el anterior regidor mantiene que jamás tuvo ninguno. Dicha compañía mercantil, esos obsequios los cataloga como “regalos de empresa”.

En realidad, esto es una práctica muy habitual, si bien de un tiempo a esta parte y debido a la crisis, se ha visto muy mermada. La cuestión reside en dirimir donde termina el obsequio de empresa o de cortesía y donde empieza el carácter de cohecho. Claro que si aplicamos la no hace mucho aprobada Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno, todo esto queda sometido al socaire de la interpretación de esta disposición legislativa.

En su artículo 23, cuando habla de Principios Éticos y de Actuación, precisa que el político actuará “con transparencia en la gestión de los asuntos públicos, de acuerdo con los principios de eficacia, economía y eficiencia y con el objetivo de satisfacer el interés general”, y “ejercerá sus funciones atendiendo al principio de buena fe y con dedicación al servicio público, absteniéndose de cualquier conducta que sea contraria a estos principios”, añadiendo que mantendrá “una conducta digna y tratarán a los ciudadanos con esmerada corrección”.

Y dedica un párrafo al asunto de los obsequios (punto 6 del referido artículo): “No aceptarán para sí regalos que superen los usos habituales, sociales o de cortesía, ni favores o servicios en condiciones ventajosas que puedan condicionar el desarrollo de sus funciones. En el caso de obsequios con una mayor relevancia institucional, se procederá a su incorporación al patrimonio del Estado”.

Lo que ocurre es que habría que precisar muy detalladamente qué se entiende por tales “regalos que superen los usos habituales, sociales o de cortesía”. O lo que es lo mismo, de qué manera se cuantifica el valor en sí de ese obsequio para definirlo de tal manera, porque a lo mejor algunos entienden por usos habituales, lo que para otros es un “abuso”.

Todo queda a criterio subjetivo de quien hace el regalo, y de conciencia de quien lo recibe. Hay que tener cuidado con eso de los usos, porque, parafraseando a Montesquieu: “Los usos sociales más estables, se hacen norma”. Y luego la norma, se aplica sin rubor, precisamente porque es norma.

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