Opinión

De cojos y mentirosos

A poco que va pasando el tiempo aparece más claro que las responsabilidades en el terrible accidente de Angrois están cada vez menos claras. Destacados representantes de la empresa e incluso desde instancias oficia mostraron tan inusual como sospechosa celeridad en cargar las culpas sobre el maquinista, en una actitud que ha llegado a resultar obscena, por calculada, e innmisericorde, por ir contra quien -con toda lógica- se hallaba en esos instantes en estado de shock y sin capacidad para ofrecer un discurso coherente.

El tiempo, pese a que ha transcurrido poco más de un mes, ha ido poniendo las cosas en su sitio, de forma que el fusilamiento moral y público al que fue sometido ese hombre, fue dando paso a aspectos relativos a la seguridad de las vías y de los trenes, que nada tienen que ver con los profesionales que los llevan y sí con los ejecutivos y políticos que escatiman medidas de seguridad.

Dice el refrán que cae antes el mentiroso que el cojo y suele ser verdad, porque a los pocos días del siniestro ya se anunció la incorporación de sistemas para disminuir los riesgos de estas máquinas. Lo último no tiene que ver con España, pero sí con los ferrocarriles, ya que Adif obliga a los aparatos franceses a que lleven los dispositivos de apoyo o de alarma que, sin embargo, a los Alvia que recorren Galicia, no se les exige. Si uno los necesita, es evidente que los otros también.

Cada vez es más ridícula la justificación de que sólo se consideran imprescindibles en los trenes que circulan a más de 200 kilómetros por hora, como si estuviese escrito que un castañazo a 190, 170 ó 150 km/h., como sucedió en Angrois, va a resultar menos grave. A estas alturas, lamentablemente, la cuestión se responde por sí sola.

Resulta intolerable que en los tiempos actuales se exija a los profesionales de estos aparatos del siglo XXI que los manejen con la filosofía del XIX, con el ojo y el oído como principales recursos para evitar percances. Es como si a los carteros se les hiciese llevar el correo a destino en la diligencia o los cirujanos hacer intervenciones quirúrgicas a ciegas.

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