Opinión

El presidente del no es sí

En estos tiempos de “Sánchez et Díaz consulibus” a mentir se le llama “cambiar de opinión” y lo que deberían enfocar como una investidura progresista la están trabajando para que se convierta en una investidura independentista. Tiempos donde no existe Partido Socialista sino un movimiento que responde, irónicamente, a las mismas siglas: Pedro Sánchez Oé!. Sin duda un proceso de embestidura al Estado liderado por el magister de la yenka: izquierda, izquierda, adelante y atrás, un, dos, tres.

Tragicómico. Carnaval permanente. La construcción del relato sanchista cambia la fuerza de los argumentos por los argumentos de la fuerza. Ese buenismo imperante, un diccionario de eufemismos que mezcla la genealogía de la moral de Nietzsche con la edad de la inocencia de Edith Wharton, justifica lo aberrante y dibuja un páramo en el partido que fundó el primer Pablo Iglesias (el segundo intentó fundirlo)…¿es que no hay procedimientos en un partido democrático para que la militancia pida la reunión de los órganos correspondientes para que debatan asuntos que van contra el modelo de convivencia alumbrado por la Constitución de 1978? ¿Qué ha pasado para que las voces con más auctoritas del socialismo español, jarrón chino incluido, clamen en un desierto sin un oasis donde reflexionar? ¿Quo vadis Pedro?

Una situación límite, provocada por un Presidente sin límites, en la que sobrevive el “donde dije digo, digo Diego”, donde asistimos a la desaparición del principio de separación de poderes de Montesquieu y nace el principio de poder único que se sustenta en un postulado contundente: todo por pisar moqueta. Pisando de paso la libertad, la igualdad y la dignidad de españolas y españoles. El poder a cualquier precio.

Las subastas de Pedro, jaleadas por las huestes sanchistas, son continuadas e “in crescendo”. Pirotecnia política  donde han sido sustituidos los valores que debemos preservar, ni más ni menos que los que sanciona nuestra Carta Magna. Una igualdad pisoteada, un artículo 14 ninguneado, que debería seguir constituyendo el paradigma del Estado moderno.

¿Qué hace falta para poner freno a tan burda y descarada utilización partidista de las instituciones? Porque hablamos de amnistía, de autoderminación, de pactos económicos y financieros para primar a un territorio que forma parte de un conjunto que pertenece a todos los ciudadanos, el pueblo español, donde reside la soberanía nacional y del que emanan los poderes del Estado. España no merece que el Partido Sanchista lo someta reiteradamente a una prueba de esfuerzo. Están en juego los más de cuarenta y cuatro años de progreso y desarrollo gracias a la Constitución, el futuro de España y nuestro prestigio y credibilidad internacional. Lo que suma para Sánchez, resta para  España. Como acertadamente dijo Núñez Feijóo “la aritmética no puede sustituir a la ética”.

Te puede interesar