Opinión

Cuando abuchean a Torra

En Cataluña está cambiando algo importante: la conducta de crecientes grupos de ciudadanos, antes callados, que empiezan a expresar públicamente su rechazo a los independentistas.

Las informaciones le han concedido poca importancia a los aplausos al rey y a la bandera nacional, y los abucheos al presidente catalán, Quim Torra, en la inauguración este fin de semana de los XVIII Juegos del Mediterráneo en Tarragona, en los que participan 25 países que tocan ese mar, con la ausencia poco explicable de Israel, una potencia deportiva.

La inauguración ante unos 11.000 espectadores de los 14.000 de capacidad el Nou Estadi municipal se preveía desagradable para Felipe VI: la Generalidad patrocina siempre los abucheos que reciben él y los símbolos españoles en los actos que controla, y con equipos como el Barça.

Torra, además, había hecho una provocadora campaña para hacer más patente que nunca ese rechazo al rey y a España, pero enseguida ocurrió algo inesperado.

En el estadio –con 3.000 plazas vacías de los atletas que aún no habían llegado—aterrizaron paracaidistas con banderas españolas y la olímpica provocando el entusiasmo de la mayoría del público, parte del cual mostraba también banderas españolas.

Después de varios gestos feos con el rey, Torra inauguró los Juegos junto al alcalde socialista de la ciudad, y fue entonces cuando la mayoría de asistentes lo abucheó: asombro, desconcierto, mirada torva.

Ahora la Generalidad alega que el público había sido seleccionado, algo imposible pues las entradas fueron distribuidas por una empresa comercial de venta libre al público.

Algo importante está cambiando, y el respeto religioso mezclado con miedo que se le tenía a los vengativos “honorables”, que recuerda olfativamente al que inspiraba Franco, comienza a perderse en amplias capas de la sociedad catalana: el efecto Tabarnia, Tarragona-Barcelona.

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