Opinión

DE OFICIO, INDIGNADOS

El mismo día en el que unos arquitectos alababan la espontaneidad constructiva de las chabolas de los indignados en la Puerta del Sol de Madrid, los periódicos entrevistaban al genio informático Pau García-Milà, que desprecia a esa gente por formar parte de 'una generación acomodaticia que no apuesta por la iniciativa propia'. Añadía que los indignados 'no pueden instalarse a Sol y decirle a toda la sociedad que es culpable'. Pau es demasiado arrogante. Con 23 años acaba de crear una genialidad que se llama eyeOS (http://eyeos.org/), sistema operativo que cohesiona los distintos software, sean Microsoft, Apple, Onix, Android o cualquier otro. Lo que no le da derecho a considerar vagos sin iniciativa a los indignados que han quedado de guardia en Sol montando nuevas chabolas, limosneando y haciendo proselitismo para su causa.


Son gentes de toda edad caracterizados por llevar laboriosos tatuajes y piercings visibles en todo el cuerpo, sólo ocultos por taparrabos. Ambos sexos suelen tener cabezas afeitadas menos el cogote, del que salen guedejas en forma de cola de caballo. Otros muestran solamente, en la parte superior craneal, un mojón coloreado modelo indio sioux en pie de guerra. Véalos trabajar. Rehacen chabolas afanosamente, con la dedicación de los obreros que deben fichar al entrar y salir de la fábrica. Sudan tanto que destiñen los tatuajes y ahogan los piojos. Después, tocan flautas, hacen meditación Zen, y reciben caridad de los viandantes, salarios eventuales que alimentan aún más su indignación contra el capitalismo.


Pau García-Milà es un clasista. Elevar chabolas e indignarse tiene un valor moral tan sublime como el de su eyeOS. Mientras los emprendedores sólo merecen pegas burocráticas para desarrollarse, Rubalcaba deja que los indignados ocupen cualquier plaza de España: porque son trabajadores ejemplares, no empresarios egoístas, como Pau.

Te puede interesar