Opinión

El soborno útil

La consultora y auditora internacional Ernst&Young ha descubierto que el setenta por ciento de los directivos españoles consideran la corrupción y los sobornos “prácticas habituales para hacer negocios”, mientras que en Dinamarca sólo el cuatro por ciento dice lo mismo. Ernst&Young la décima compañía más importante de EE.UU., hizo una encuesta entre los directivos de 38 países y resultó que sólo Portugal, con el 82 por ciento, supera a España en cuanto a lo generalizado que están corrupción y soborno según creen los empresarios. La media europea está en el 35 por ciento, dato más que dudoso: los españoles dicen conocer más casos de corrupción y sobornos que los que admiten sus colegas de Italia, Egipto, Turquía, Rusia, Grecia, Rumanía, o los países excomunistas; increíble. Simplemente, los portugueses y los españoles deben ser los más sinceros, mientras los directivos de otros países mienten para parecer más honrados.

La mayor parte de los negocios internacionales que hacen todos, daneses o españoles, son gracias a la corrupción y al soborno, que en realidad son aditivos al combustible del motor de la economía. Observe usted cualquier obra pública que se haga no sólo al lado de su casa, sino en todo el mundo: las grandes infraestructuras, carreteras, ciudades, ferrocarriles, edificios, en China, Arabia Saudita, México, Brasil o incluso Alemania. Los contratos se ganan comprando información privilegiada o pagando de alguna manera a quienes los conceden, y emplean para ello a empresas como Ernst&Young como consejeras o intermediarias.

En nuestra cultura judeocristiana el soborno nace ya con los primeros humanos: Abel le sacrificaba corderos a Dios y así consiguió comprar su simpatía, lo que provocó que Caín lo matara porque el Creador despreciaba sus ofrendas agrícolas ahuyentándole el humo sacrificial: un contratista despechado comete homicidio.

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