Opinión

Canción de hielo y fuego

Muchos jóvenes con los que trato me recomendaban vivamente que me abonara a la serie “Juego de tronos” aunque yo no estaba sinceramente muy por la labor. La serie que fascina a Pablo Iglesias y que cuenta con fanáticos seguidores en todos los rincones del mundo, me inspiraba una cierta prevención a la que no me podía sustraer. Escrita por un autor norteamericano llamado George Martin como el productor musical de los Beatles y millones de personas más en el mundo anglosajón, la larga y compleja historia contenida en la serie de libros que componen la trilogía “Canción de hielo y fuego”, puede comparase a los antiguos libros de caballería que nublaron el entendimiento de Alonso Quijano. Una saga cuajada de caballeros andantes de heroico brazo, dotados de fuerza descomunal que luchaban en un contexto atemporal cuya representación correspondía a una idealizada Edad Media. Esta saga literaria y televisiva debería ser muy similar, solo que a lo bestia. Una vez incorporado al inmenso club de fans que no admite ni colores ni fronteras, he de reconocer que es efectivamente una oferta apasionante, bestial, emocionante, lasciva, fantástica y de todo punto apasionante.

Yo soy muy radical para algunas cosas y cuando me apunto, me apunto. Entregado, entusiasta y sin medias tintas que es lo que me ha ocurrido con “Juego de tronos”. De la nada al todo hasta el punto que la fascinación que me ha transmitido la espléndida puesta en escena de una serie que comienza en este años su quinta temporada aún a pesar de que al autor no le ha dado tiempo a escribir un nuevo libro por el que los guionistas del serial puedan guiarse, me he puesto a leer afrontando el camino inverso al que han recorrido sus entusiastas rendidos a compleja aventura de familias y generaciones disputándose el trono de los siete reinos y matando, muriendo, bebiendo y fornicando hasta el paroxismo en ese continente en el que conviven territorios helados y desiertos, mares procelosos y negros acantilados regidos por personajes extremos en la luz y en las tinieblas con los que no es aconsejable intimar. Hay en esta ambiente estremecedor, seres honestos como en los libros de caballería, pero por el momento, gana la vertiente perversa que es de una perversidad estremecedora. La belleza terrible de la serie es precisamente la que se encuentra en la parte más malvada.

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