Opinión

La cocina que nos invade

Hay tantos programas en las cadenas de televisión nacionales sobre gastronomía que los grandes chefs con temperamento mediático ya no dan a basto para estar presentes en todos los escenarios en los que se les reclama. Los programas que descubre talentos de los fogones entre la inmensa tropa de cocineros aficionados en su versión junior o senior, los que prefieren colocar en liza a profesionales del medio, y aquellos que pretenden rescatar restaurantes ruinosos, compiten cada semana con espacios para disfrute de los sibaritas que les llenan de noticias en torno a las más afamadas casas de comidas del mundo o les cuentan las divinas excelencias de diferentes artículos en la elite más estricta digamos por ejemplo, las trufas de Saboya que buscan con su hocico impagable cerdos educados concienzudamente para ello. Todo canal público o privado que se precie cuenta entre su programación con un apartado dirigido por un personaje famoso del arte culinario para que desarrolle nuevas recetas, proponga menús sanos y a buen precio, cante las excelencias de determinados productos, o recorra la geografía patria probando las excelencias de las cocinas regionales. Hay un canal de pago estrictamente dedicado a la cocina, existen otras opciones divididas en entregas que recorre el mundo buscando restaurantes españoles en el exterior, y otros hay que le siguen la pista a determinados productos desde su origen hasta su llegada a los mercados y o las mesas.

A veces me pregunto si no estamos a punto de estrangular la gallina de los huevos de oro por una exposición desmedida y en mi opinión bordeando lo grotesco de una noble ocupación popular y sin duda artística, que puede terminar atropellando por su mucha presencia los encantos divulgativos de la oferta gastronómica. Cocinar tiene mucho de libertad y de talento y una persistencia tan acusada que apenas permite darle vueltas al dial televisivo sin encontrarse a un cocinero de postín reflexionando sobre la cocina fusión o los efectos terapéuticos del ajo negro puede acabar con todo ello.En mí opinión, y como modestísimo aficionado a los fogones sugiero que nos tentemos. “Come poco y cena más poco que la salud del cuerpo se fragua en la oficina del estómago”, le recomienda a Sancho su señor Don Quijote.

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