Opinión

Columnas de consenso

Hace algo más de un mes coincidí con la comentarista política Victoria Lafora en el patio de recreo de mi colegio y el suyo porque ambos hemos sido colegiales de Estudio en su domicilio de la calle Miguel Ángel de Madrid, aunque con tres o cuatro años de diferencia, y ambos tardamos medio minuto en ponernos de acuerdo en la mayor parte de las cuestiones que animan las columnas que ambos escribimos casi a diario. Ayer volvimos a coincidir con argumentos similares inspirados por el caótico desarrollo de la legislación sobre el ahorro energético en el que el Gobierno no es capaz de centrarse ni siquiera en aspectos tan primarios como el de los días de reunión: el domingo canceló sobre la marcha la reunión que tenía fijada con los consejeros autonómicos y la sustituyó por una del Consejo Sectorial de Energía presidida por la ministra Teresa Ribera escoltada por la de Industria Reyes Maroto, reunión que no ha servido para nada porque Ribera ha decidido no aceptar ni una sola de las matizaciones que provienen de los gobiernos regionales y ya tenemos un frente abierto más de conflicto especialmente  con Díaz Ayuso, cuyas peticiones han tomado el camino del Constitucional. 

No es muy frecuente que la mayor parte de los columnistas de contenido social y político que crecen como setas en las páginas de opinión de los periódicos coincidan con tanta exactitud en sus planteamientos, pero el Gobierno de Sánchez está mostrando una rara habilidad en ponernos de acuerdo a casi todos salvo los que están posicionados ideológicamente a piñón fijo que es lo mismo que pedir que la prensa deportiva catalana le dé la espalda al Barça. Los sucesivos y deslavazados achuchones legislativos que acometen proponen tantas y tan variopintas insensateces que no es difícil lograr en los periodistas que se dedican a chequear la actualidad política un verdadero consenso. Paradójicamente, los escribidores muestran una sintonía entre sí muy superior a la que los miembros del bipartito exhiben cuando lo natural sería todo lo contrario. Así nos luce el pelo.

Por si acaso, el huésped de la Moncloa se ha ido a descansar a la Mareta, el palacete canario que el rey Hussein de Jordania construyó para que uno de sus hijos pasara su noche de boda y que, una vez cumplido el objetivo, regaló al rey Juan Carlos. En septiembre ya hablaremos, mientras tanto que se entretenga legislando sobre perros, perras, multas y gatos castrados, la sorprendente Ione Belarra.

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