Opinión

El manifiesto Cardenal

Leí hace días el amplio artículo que el Secretario de Estado para el Deporte y presidente del Consejo Superior publicaba en la prensa en el que se respaldaba de modo incondicional al Barça, y confieso que se me quedaron los ojos como pelotas de tenis. Nunca en mi vida había visto ni leído cosa tal ni tengo memoria alguna de que un cargo del Ejecutivo se pronuncie de este modo ni respalde con tal entusiasmo determinada opción y menos cuando está inmersa en una investigación judicial e imputada por ello. Es algo que no admite parangón alguno.


Miguel Cardenal firmaba hace unos días un largo trabajo defendiendo a los azulgranas de una pretendida campaña de desprestigio concebida al unísono desde distintos frentes privados, públicos e institucionales, y expresaba públicamente que el Barcelona era objeto de un acoso intolerable. El acoso, a su entender, se ejercía injustamente sobre una entidad que ha contribuido como nadie a consolidar el prestigio del deporte español por el mundo y es además el club de fútbol que más impuestos paga –al parecer el tramo superior del IRPF es en Cataluña más alto-. Por tanto, era cosa de ver este señor transido por un súbito ataque de amor culé, y perdida ya la razón en aras de tan encendida defensa, llegaba a dudar de la honestidad de los tribunales de Justicia cuyo comportamiento ponía a su juicio en almoneda el prestigio del club de referencia. Cardenal se iba calentando a medida que escribía, y en el último tramo de este singular manifiesto se liaba abiertamente la manta a la cabeza para concluir en su deriva rechazando el “inusual inicio de la investigación”, y proclamando la inocencia de sus dirigentes antes de que los jueces así lo determinen. “Lo que sí tengo claro –decía este orate con despacho- es que en este momento nadie piensa que alguien vinculado al Barcelona se haya apropiado de cantidad alguna, y también me consta la voluntad de sus directivos de cumplir con la ley”. A él es posible que le conste pero a la Fiscalía no. Y a mí, tampoco.


De hecho y ante semejante absurdo disparate, la propia Fiscalía se ha personado y acusa a Cardenal de ingerencia en el proceso judicial en curso que es lo menos que se le puede achacar a este irresponsable. Este es un país que parece no salir del carnaval y Cardenal y su manifiesto son más propios de una chirigota que de la actividad de un funcionario de alto rango. Con independencia de otras cuestiones a lasque supongo habrá de responder, lo que tiene que hacer este sujeto es dimitir ya y marcharse a su casa.

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