Opinión

Dos mil años atrás

El mundo occidental, consternado ante un nuevo y criminal atentado del islamismo extremo, se pregunta a estas horas cómo hacer frente a una amenaza que no tiene ni normas, ni explicación, ni sentido. Los europeos –el atentado se ha producido en Francia pero igual puede producirse en cualquier otro lugar del continente lo que convierte estas acciones criminales en una fuente de terror compartido- tratan de determinar cómo afrontar una amenaza que puede adoptar multitud de facetas y ninguna de ellas puede ser detectada. Ayer fue un camión de gran tamaño lanzado contra la multitud por un sujeto en cabina que arrollaba a inocentes mientras disparaba un arma con la mano que no usaba para manejar el volante, pero otras veces es una bomba humana o cualquier otra manera de causar el mayor daño posible. Los investigadores desconocen aún si la carta de identidad encontrada en el vehículo pertenece al atacante, e incluso si el asesino pertenecía al ISM o se planteó su masacre por libre lo que ofrece una idea cabal de la cantidad de variables que intervienen en un plan de defensa contra actos criminales como el de Niza la pasada noche. En realidad igual da.

Luchamos contra una mentalidad cerrada que ni siquiera parecía estar vigente en la Edad Media cuando los pueblos del Islam se convertían en referentes legítimos de civilización próspera y avanzada en contraposición con la abyecta brutalidad de los occidentales. Eran pueblos que enseñaban Medicina, Astronomía, Física, Matemática, Ingeniería, Farmacopea y Ciencia Natural, que auspiciaban el confort, diseñaban jardines de ensueño, poseían ilustres bibliotecas y hacían magia con el agua sin dejar de alabar a Dios por ello y cumplir con sus preceptos en público y en privado. ¿Por qué estos islamistas del siglo XXI han retrocedido tres mil años? No cabe en cabeza humana pero eso es lo que ha ocurrido. Y sigue pasando cada día con mayor crueldad.

Poner coto a esta locura no nos pertenece a nosotros sino a ellos mismos. Y variar esta deriva brutal es responsabilidad de sus dirigentes religiosos. De sus sacerdotes, de sus imanes, de sus maestros, de los jefes de sus comunidades… Y de sultanatos productores de petróleo y multimillonarios que financian esta suerte de siniestra guerra santa. El petróleo sirve para calentar a los occidentales. Pero también sirve para que alguien venga y nos mate.

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