Opinión

Nosferatu sobre ruedas

Ahora que los papeles de Panamá están sacando los colores a personajes que provienen de casi todos los sitios –acabo de saber que Imanol Arias también aparece en ellos- y que en esta aventura de crear sociedades opacas para ocultar el dinero en paraísos vírgenes están retratados desde Putin a los Borbón, igual no es malo reconocer a aquellos que pudiendo hacerlo no lo han hecho y no se han visto tentados por este sospechoso procedimiento. Han preferido obtener menos rendimiento a sus capitales y han procurado guardarlo en sitios honestos. Los malditos papeles están retratando cada día a un personaje distinto, y su demoledora influencia afecta a gentes que parecen situadas no solo en la derecha sino también en la izquierda. El dinero no distingue ni del color de la sangre ni de las apetencias sociopolíticas de cada quién. El dinero es el dinero, poderoso caballero que dijo Quevedo, y a algunos trastorna el seso. Ahí están Francis Franco Suelves y Pedro Almodóvar metidos en el mismo saco, el uno bisnieto del dictador y el otro hijo predilecto de la movida… Unidos, -ya es paradoja tan sarcástica como sombría y decepcionante- por su amor a la pasta y la sospechosa costumbre de llevársela fuera.

Uno de los que por el momento no ha salido ni de frente ni de perfil es Marichalar y mira que se mazó en él en su momento. Yo le recuerdo grande como un semáforo y circulando por Madrid en una especie de patinete eléctrico, discretamente escoltado por dos fornidos guardianes que no le quitaban ojo colocados en posiciones estratégicas, mientras aquel sujeto enorme, vestido con un largo abrigo pardo y sin recuperar del ictus, parecía literalmente un Nosferatu sobre ruedas.

Marichalar no está en esos papeles al menos a jueves, mientras Urdangarín, el otro infante consorte tampoco está aún pero apura sus escasas opciones de librarse del caldero lo cual dice bastante en favor del primero de ellos al que sacaron en efigie y con los pies palante desde el Museo de Cera donde por orden de arriba se borró todo rastro de su presencia. Muy poco valorado en la Zarzuela y tenido por zángano y gilipollas en ese difícil frente familiar, ha desaparecido discretamente y ha hecho bien. No está el horno para bollos y lo mejor es pasar en fuego fatuo. Sin oler ni dejar huella.

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