Opinión

En dos palabras

Hubo un tiempo pretérito en el que la palabra castellana de moda entre los británicos era “liberal”, un término acuñado al tiempo de la Constitución del 12 en el que se recogían las más bellas esencias de librepensamiento y dignidad política y social que los admirables diputados de aquellas Cortes itinerantes perseguidas a bombazo limpio por la artillería de Napoleón se encargaron no sólo de dar a conocer por el mundo adelante sino de llenar de trascendencia y contenido. De hecho, el término arraigó profundamente en un idioma tan ajeno al nuestro y hoy sigue usándose de forma cotidiana y da nombre como bien se sabe a la tercera vía entre conservadores y laboristas, esa tercera vía a la que pertenece Nick Clegg y el partido que representa. Clegg contribuyó a la gobernabilidad del Reino Unido pactando con David Cameron y convirtiéndose en viceprimer ministro.
Doscientos años después de una incorporación lingüística tan brillante y sin duda tan profunda y orgullosa en su dramatismo y proyección histórica –recuérdese que la mayor parte de los llamados “doceañistas” que habían sancionado aquella Constitución de Cádiz hubieron de huir despavoridos especialmente a Inglaterra para no ser apaleados, encarcelados, fusilados o agarrotados por Fernando VII como supieron ilustres españoles como Lagasca, Torrijos, Blanco White, o Mendizábal- otra palabra de rancio abolengo y eco hondo y bien plantado se abre paso en el santuario semántico británico gracias Miriam González, la esposa de Nick Clegg, una vallisoletana de fuertes criterios y sólidos principios que acaba de conseguir que el término “cojones”, pronunciado en un español impactante y francamente sonoro, ocupe las portadas de todos los informativos del continente. Miriam tiene un aspecto realmente impresionante. Es alta, guapa, fuerte y morena de verde luna e intervino en una conferencia de su marido para poner los puntos sobre las íes, y los británicos le han cogido el gusto al indudable encanto que esconde tras de si una palabra tan expeditiva como la que en nuestro idioma determina los atributos masculinos y que suena tan bien. Nick, quien opina que las croquetas que su suegra le hace en Olmedo no tienen parangón, tiene también poco que añadir. “Cariño, -dijo- estoy completamente de acuerdo contigo. Siempre lo estoy…”
 

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