Opinión

Poseedor de la verdad

El presidente Sánchez se marcha de vacaciones pero antes se ha despedido de los medios colocando uno de sus mensajes más enérgicos y más populistas también de esta temporada. Ajeno a la autocrítica, dispuesto a volcar todos los problemas padecidos en el último tramo de la legislatura en las espaldas de los demás, el presidente del Gobierno ha ahondado en la línea argumental adoptada en estos últimos días tras su anuncio de subida de impuestos.  Ha tensado al límite el contendido que ha decidido abanderar en estos delicados instantes, responsabilizando de los males a los que tiene que enfrentarse el Gobierno que preside, al Partido Popular y a los empresarios. Es cierto que el Partido Popular tiene no poco que ver con la erosión que ha ido padeciendo el  Ejecutivo especialmente desde que Alberto Núñez  se ha posicionado en su cúpula, porque forma parte del juego político que la oposición deposite todos sus esfuerzos en gobernar. Pero las constantes menciones a la clase empresarial van a terminar por colmar el vaso y estos van a terminar respondiendo. Sánchez se las ha visto hasta ahora con una patronal razonable y prudente, pero no debe ser nada aconsejable tirar lo que queda de legislatura con un IBEX 35 encabronado.

Pero el auténtico meollo de esta cuestión no está en la respuesta que la clase empresarial pueda ofrecerle a un primer ministro cuyos estrategas le aconsejan captar al votante  defraudado multiplicando los enfrentamientos con la banca, sino la consabida postura de Sánchez y su impenitente condición de no aceptar nunca y de ninguna manera la posibilidad siquiera remota de equivocarse. Sánchez no ha hecho examen de conciencia nunca o al menos no se ha puesto a ello desde que una afortunada carambola lo colocó en la Moncloa. Amparado en su excelente presencia y convencido de que no hay nadie ni más puesto ni mejor plantado, Sánchez sigue mostrándose inflexible y sigue culpando a los demás cada vez que una liebre le salta al camino. Así acabará su presidencia y así se irá de Moncloa. Seguramente pensando, como aquel conductor que circulaba en dirección contraria, que los confundidos son ellos y que él es el único que está en la senda buena.

Las cosas como son, a estas alturas esto no es consuelo pero es lo que hay y lo que sea será. Más tópicos no se me ocurren, la verdad.

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