Opinión

De regímenes y banderas

De tiempo en tiempo y, en general alentado por algún acto que puede potenciar la polémica, una parte no excesivamente representativa de la sociedad española se plantea el debate sobre monarquía o república. En este caso, la recurrente situación ha venido de la mano de la sesión de apertura del nuevo Parlamento que han aprovechado numerosos partidos de confesión republicana para retomar y acelerar el tema. La intención es absolutamente legítima y podría plantearse abiertamente en el caso en el que se dieran las condiciones políticas y parlamentarias suficientes para hacerlo. El problema es que, muy a pesar de lo que desean suponer y transmitir esas formaciones del bloque contrario a la pervivencia de la Corona, esas condiciones no se producen y no hay una mayoría suficiente en el Hemiciclo para plantear la necesidad de votar la disyuntiva.

Personalmente abomino de esa costumbre -execrable a mi juicio- de convertir la carrera de San Jerónimo en un set de televisión para rodar ficción política. Esas camisetas de Cañamero no representan más que un caso flagrante de narcisismo, defecto del que el veterano congresista anda sobrado, y no cumplen otro propósito que facilitarle chupar cámara, pero eso es cuestión de psiquiatra y diván y ahora no toca. Lo que si tocaría es meter a todos los diputados partidarios de la república como forma de Gobierno en un aula y enseñarles qué es en verdad eso que tanto apetecen. No porque sea mejor ni peor, sino para que de una vez por todas se enteren. Por ejemplo, para que comprendan que una España republicana no tiene por qué estar encontrada con su enseña nacional con la que el país se ha identificado durante siglos. La bandera con la franja morada fue una muy torpe elección de algunos responsables de la II República como lo fue la elección del himno dedicado al general Riego. La república como fórmula no es ni de derechas ni de izquierdas sino de quien gane las elecciones. En estos momentos, la mayor parte de los gobiernos republicanos del mundo civilizado oscilan entre la izquierda socialdemócrata y el centro derecha, prácticamente lo mismo que ocurre con los regidos por monarquías. El asunto es, por tanto, sencillo. Si se plantea la discusión hay que hacerlo en democracia y no con manipulaciones y engañifas. Entonces valdrá la pena. Pero no así…

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