Opinión

Tenemos un plan

A estas alturas del escándalo sigo preguntándome qué factor indescifrable para el gran público fue el que invitó al en otro tiempo honorable Jordi Pujol a reconocerse defraudador de Hacienda durante los últimos treinta años. Se trata de una decisión aparentemente muy meditada y sin duda dispuesta para cumplir un determinado objetivo que no debería quedar en manos del azar porque un hombre que durante más de medio siglo ha gobernado Cataluña sin que se le escape una, no puede haberse descuidado tan malamente en el tramo final de una existencia que le tenía por gurú, guía y hombre santo de todos los altares de su tierra. Por lo tanto, la decisión debe responder a un motivo muy específico aunque también supongo que lo que se planeaba no ha salido y lo que se proponía se ha estropeado por el camino.

Los comentaristas políticos suponen que Pujol ha confesado sus pecados ante la evidencia de que los de su mujer y sus hijos son mucho más grandes. Puede sospecharse que el ex presidente de la Generalitat ha preferido reconocer su lamentable olvido y subsanarlo en la medida de lo posible satisfaciendo a Hacienda antes de que la Fiscalía quebrara ese manto de silencio tantos años establecido y le metiera mano a los negocios de la familia que son todavía más vergonzosos. Treinta años orillando tributar por una fortuna depositada en paraísos fiscales que procede según propia confesión de una herencia paterna, son muchos años y esa condición necesita muchas complicidades. El problema es que, una vez traspasada la barrera y destapado el cotarro, sujetar sus consecuencias es más enojoso, el episodio ha cobrado su verdadera trascendencia y Pujol ha conseguido destapar la caja de todos los truenos y ahora quien cierra otra vez la tapa.

En todo caso, y sospechando que esta tremenda revelación va a marcar a sangre y fuego el ámbito político de los próximos meses, lo único que pido modestamente es que ofrezcan las necesarias y pertinentes explicaciones todos los que están implicados y han guardado un culpable silencio. Si este menda que es un don nadie defrauda unos duros a Hacienda porque no sabe o porque se le escapa, tiene la inspección sobre su espalda en semanas y una intervención de cuenta corriente muy poco después. ¿Cómo Pujol ha aguantado treinta años sin una inspección, un requerimiento o un expediente? Pues eso también merece que se sepa. Y que se castigue.

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