Opinión

The Black Keys: de Ohio a la eternidad

Dan Auerbach (voz y guitarra) y Patrick Carney (batería), The Black Keys.
photo_camera Dan Auerbach (voz y guitarra) y Patrick Carney (batería), The Black Keys.
Este homenaje  al clásico de William Bell de la época Stax de 1969 es un atractivo souvenir recuerdo de esa travesía

Los cinco primeros álbumes de The Black Keys, desde su debut “The Big Come Up” hasta “Attack & Release” de 2008, todos bebían de un blues rock moderno y ecléctico que progresivamente empezó a añadir otros muchos matices, tendencia que se consolidó abiertamente con los lanzamientos de “Brothers” y “El Camino”. Esa ha sido la línea a seguir por la banda con más o menos fortuna en cada uno de los siguientes discos y es la que volvemos a encontrar en su nuevo disco, “Ohio Players”, que ofrece además el aliciente de incluir algunas colaboraciones de relieve – más por el nombre que por la aportación real, todo hay que decirlo- como las de Beck, Noel Gallagher de Oasis, los rapperos Juicy J y Lil Noid y la producción de todo un especialista en este terreno fronterizo entre el buen rock y el pop de calidad como es Greg Kurstin.

Se cuenta en las diversas informaciones que han circulado alrededor de la salida de este disco que Dan Auerbach y Pat Carney supuestamente encontraron la inspiración para componer las canciones de este nuevo trabajo pinchando como DJ’s en pequeñas reuniones. La idea era sencilla: los dos pondrían sus sencillos favoritos de 45 RPM en clubes para los fans. Las melodías, estribillos, arreglos, todo lo que les sugirieran esas canciones serían lo que tratarían de reproducir salvando las obvias distancias temporales en “Ohio Players”.

El resultado se nota inmediatamente, inclusive desde la primera canción. Tanto desde la sección rítmica como desde los teclados en “This Is Nowhere”, ya tenemos un rock pegadizo y original al que aportan solidez unas guitarras intensas y perfectamente bien ensambladas por Greg Kurstin. Menos obvios son los coros de Beck, que canta como apoyo en la mayoría de las pistas del álbum. “Don´Let Me Go” por el contrario, rompe esquemas. Se escora más hacia el pop con un ritmo psicodélico, coros más en primer plano y una sección de vientos que pone la guinda final al pastel. Para seguir mostrando el catálogo de influencias que vuelven a habitar en estas canciones, el tono gospel de los coros – de nuevo encontramos aquí a Beck, co-autor de la pieza- y los cambiantes ritmos de “Beautiful People (Stay High)” proporcionan una personalidad propia muy acusada a este tema.

Como hemos mencionado al comienzo, The Black Keys han contado con Noel Gallagher para un par de canciones, incluido el medio tiempo rockero acústico “On The Game”, una de las mejores composiciones del disco que a medida que se escucha una y otra vez podría ser una canción de High Flying Birds, aunque naturalmente con la batería de Pat Carney más en primer plano en la mezcla sin perjuicio de que la huella Beatles / Badfinger de Gallagher esté también presente. “Only Love Matters” combina las crudas líneas de guitarra de Auerbach con un golpe de bajo difuso también del propio Auerbach y la enérgica batería de Carney una vez más, dejándonos una canción a la que el órgano y los coros le dan un aire retro tipo Chambers Brothers tan sugerente como inquietante.

En un trabajo en el que abunda la variedad, la melancólica “Candy And Her Friends” comienza con un ritmo a medio tiempo oscuro que recuerda mucho tanto a Alice In Chains como a Stone Temple Pilots, que se transforma completamente cuando tome el protagonismo el rapero Lil Noid y lleve el tema a unas tesituras tipo Red Hot Chili Peppers pasados por un filtro hip-hop. Repetiremos la experiencia en otro tema, “Paper Crown”, en la que los sonidos urbanos llevan la batuta y llevan al grupo a una pista de baile de puro drum&bass. En el estribillo, se transforma en el sonido de rock característico de Black Keys, hasta que vuelve a girar, disminuyendo la velocidad -puedes imaginar un disco burbujeando en el calor mientras se derrite y se detiene-, justo a tiempo para la reentrada en escena de Juicy J. .

El dúo hace otro cambio de rumbo en “I Forgot To Be Your Lover”, una lento medio tiempo una vez más con excelentes guitarras a cargo de Tommy Brenneck, Kelly Finnegan en el órgano Hammond y Mike Rojas al piano logrando que los Black Keys ya no suenen en este tema como una banda moderna y contemporánea que intenta revivir un sonido vintage, sino como una banda que ha sido teletransportada directamente desde esa época. Este homenaje casi reverencial al clásico de William Bell de la época Stax de 1969 es un atractivo souvenir recuerdo de esa travesía.

Una muralla sonora de percusión y batería impactantes a tope lanza a la banda a su tema más hard rock, contaminado de blues y pinceladas Stoner en “Why Me (Till I’m Satisfied)”. No solo el rimo de batería; las guitarras, retrotransportadas desde finales de los 60 de los locales de ensayo de Blue Cheer o Iron Butterfly evocan todo aquel universo sonoro. Idéntica en ese sentido es “You’ll Pay”, que también suena sacado directamente de finales de los años 60 merced en esta ocasión al trabajo de Noel Gallagher y del habitual colaborador de Auerbach, Leon Michels, aunque esta tenga un aire más surf-rock. No se debe pasar por alto aquí la lista de técnicos del álbum que han trabajado en esta grabación, incluidos ingenieros como M. Allen Parker y Caleb Vanbuskirk y las mezclas de Mark “Spike” Stent y su equipo, quienes acaban de ayudar a Miley Cyrus a ganar su primer Grammy.

“Live Till I Die” suena fuerte y crudo, con un aire de comienzos de los 70 a medio camino entre el blues, el rock, la psicodelia y el funky - ¿recuerda alguno de ustedes a The Soup Dragons y aquella onírica versión que grabaron en 1991 del “I´m Free” de los Rolling Stones? - mientras que por el contrario “Read Em & Weep” es un spaghetti western musical, con un trabajo de guitarra excepcional, nuevamente surf-rock propia de cualquier BSO de Quentin Tarantino. Ya en el final, The Black Keys aterrizan suavemente con un suave rock melódico “Fever Tree” y el medio tiempo rockero “Every Time You Leave”, este último con la participación, entre otros, del productor Greg Kurstin tocando una amplia variedad de instrumentos.

En general, “Ohio Players” es un buen disco, un trabajo que agrada pero sin llegar a fascinar. Las colaboraciones, la magnífica producción y la fusión sonora de la que hace gala en la práctica totalidad de sus cortes le otorgan un plus de calidad y brillantez en comparación con los esfuerzos anteriores del dúo de Ohio, pero todo ese encomiable trabajo adolece por momentos de una sensación de frialdad atenuada. A lo largo de estos años, la habilidad de The Black Keys para fusionar estilos, vestir sus canciones con ornamentos de lo más variado y evolucionar como músicos ha quedado más que sobradamente demostrada. La asignatura pendiente creo que, aunque han estado cerca de aprobarla en este disco, es insuflar un más fuerte aliento de vida, de pálpito, de sangre caliente a sus producciones.

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