Opinión

Patrimonio de la Humanidad

Hay tristezas y tristezas. Todas muerden el alma, pero al margen de ellas, hay quien las agrava sin más afán que escarbar en la herida abierta, y complacerse en el dolor ajeno. La víctima, por supuesto, se siente inerme e indefensa ante el o los agresores. Un sentimiento de miedo, vergüenza o culpabilidad en la inocencia, le obliga a someterse a los abusadores. Con todo esto me refiero a estas noticias que con asiduidad nos transmiten los medios sobre la maldad en estado puro ante a la cual, parece no existe correctivo lógico, justo y humano. Todo depende de la edad de quien comete el delito. Se es mayor para cometerlo pero no para pagar la deuda ante la sociedad atónita ante tal impunidad con que quedan casos que requerirían leyes que pusieran coto a tanto agravio y escándalo general.


Hace pocos días, al margen del acoso escolar tan común que ha llevado a determinadas criaturas al suicidio, una noticia vino a incrementar otras del mismo cariz. Unos jovenzuelos ahítos de vino y rosas, se supone, aumentaron su gran fiesta agrediendo a un indigente, cosa que ya va tomando carta de naturaleza en nuestra sociedad. Pero, ay, los alegres bullangueros eran menores de edad y eso parece ser que es un eximente sin paliativos. Los responsables de mantener la convivencia cívica deben de tener la idea de que al niño, o joven desalmado, no se le puede poner un mal gesto no se vayan a traumatizar los angelitos. Dado que los indigentes por desgracia son un sector de la población, que por las razones que sean se encuentran en una situación de inferioridad, merecen ser protegidos contra estas hordas de desaprensivos que se creen que el mundo es un cubículo exclusivo para sus juergas. Y no sólo los pequeños salvajes, sino todos aquellos que trafican con seres humanos como en los peores momentos de la esclavitud.

Antes eran determinados grupos de matones desaprensivos, ahora parece ser que todo el mundo se apunta a la venta de mujeres y niños como mercancía de rebaja. Y para ello todo vale. Sin hablar de ese otro medio mundo que huye de sus casas y tierras, movidos por el horror que les acecha, hacia campos de refugiados donde ya no tienen cabida. Por eso pienso muchas veces que está muy bien la consideración de los patrimonios de la humanidad, pero que en puridad, el primer patrimonio es la vida humana y su dignidad.

Te puede interesar