Opinión

Una vez dicho esto

Esta mañana escuché fortuitamente la palabra “primorosa”. Y al reflexionar sobre ella recapacité en la cantidad de vocablos que se han perdido del lenguaje común, sustituidos por muletillas a veces insufribles. Muletillas que todo el mundo usa repetidamente en las intervenciones, mayormente televisivas, para regocijo de propios y extraños. Indudablemente, la televisión mata. No el aparato en sí, sino aquellos que interviniendo en sus programas utilizan el verbo como si de un comodín se tratara, o sea, cualquier palabra atrapada a voleo para expresar cualquier cosa, sin reparar en su significado.

Claro que, desde los intervinientes más encumbrados a los más humildes, siempre queda aquello de “dicho esto o dicho lo cual”, frases recurridas que cierran capítulos de los cuales ya nadie se acuerda, para repetirlos otra vez. Ahora que la sociedad se enriquece con tantos idiomas, casi nadie sabe utilizar correctamente ninguno, al tiempo que se machacan todos. Se pierde el idioma y también la escritura. Economía del lenguaje se llama a este fenómeno en un momento en que se suprimen los genéricos, para multiplicar hasta el infinito lo que estos resumen. Otro tanto sucede con la escritura. La “C” parece que ya no existe, pues ha sido sustituía por la “K”, al tiempo que se abrevia el número de signos ortográficos en cada palabra que se escribe. Y tal vez lo que pueda parecer “economía del lenguaje” sea simplemente una carencia del conocimiento del mismo, o lo que es igual, una profunda vagancia para expresarse. Lo que viene a resultar que si el lenguaje conforma la mente, ésta se está estrechando peligrosamente, lo que puede facilitar, entre otras cosas, su manipulación o adormecimiento. Hoy día existen más posibilidades de saber que durante toda la historia del ser humano.

Internet ha puesto el mundo a la medida de una tecla. Basta pulsarla y el mundo se abre a los ojos sin que ninguno de sus rincones pueda escaparse a la mirada. Los otros aparatos tecnológicos de comunicación, también se reducen al mínimo. Sin embargo, sobre el papel, ya casi nadie sabe hacer la o con un canuto. Priva la “letra de médico”. Se reduce el mercado laboral y los shorts femeninos, pero crecen las cuentas en los paraísos fiscales, los precios de los artículos de primera necesidad, los escotes y los impuestos. Paradojas muy primorosas.

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