Opinión

A la eternidad (para Ana María Matute)

 

Está llorando el viento lágrimas de plata para hacerle una corona a la mujer de cabeza inclinada, de frente luminosa, la de lápiz y papel siempre consigo.

Suavemente la rosa exhala su candor para empapar su cabello de perfume e inspirarle el cuento más dulce. Las estrellas entrelazan sus rayos componiendo figuras misteriosas e insinuantes con las que se disipe la tristeza y el hambre, el pesimismo y el olor a muerte. Sus manos, cada vez más parecidas a las alas de un ángel, se deslizan por el manto blanco de las hojas donde su invención es un camino que nos gusta recorrer y que va –agradablemente- evadiéndonos. Allí nos espera una vez más la infancia como refugio y “patria del hombre”.

Cantan los pájaros y los unicornios su música redentora, y las meigas, hadas madrinas de los bondadosos, despliegan toda su magia buena para que se adueñe de nosotros -los creadores- para siempre la belleza del pergamino dorado. Letras de oro para el corazón de oro de nuestra niña eterna, Ana María Matute.

Desde la erizada piel de la poesía, en la entrañable ciudad de Ourense llegará hasta ti, gran escritora, el encendido recuerdo de los que amamos la vida y buscamos -tantas veces- el auxilio de la Diosa Fantasía.

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