Opinión

Realismo mágico

En menos de doce horas, se han conocido los resultados de las elecciones municipales, varias autonómicas y se han convocado además unas elecciones generales. A punto ha estado de suceder lo mismo con las gallegas, para tener un panorama de sobresaltos al completo. Así que no cabe descartar ulteriores anuncios, superpuestos a los actuales, hasta el día en que se publique esta columna, en frenético alarde de revelaciones políticas sorprendentes.

Tan vertiginosa sucesión de acontecimientos contribuye a que cualquier reflexión sobre los resultados en los diversos comicios celebrados el pasado domingo pueda oler a rancio de hoy martes al jueves, que será cuando vea finalmente la luz esta modesta contribución, quedando por completo trasnochada. Por ello, procede pedir disculpas anticipadas a quien la lectura de estas breves líneas le pudiera parecer Historia Antigua, llegado el caso.

La cuestión es que la otrora plácida Ourense ha pasado a copar -algo que ya no es una novedad- los titulares de los medios de comunicación, incluso a nivel nacional, vistos los resultados de las recientes elecciones municipales. Según parece, las entidades demoscópicas no aciertan a desentrañar nuestra proverbial capacidad para sortear al encuestador más avezado, dado que, por estos lares, como es ampliamente sabido, todo depende.

En este caso, dependía por completo de la voluntad ciudadana local el pronunciarse sobre la continuidad de la actual situación política en nuestras instituciones y el resultado no podría haber sido más idiosincrático. Mientras en el resto del país se abre paso una ola azul, aquí los ríos fluyen por encima de los puentes. Realismo mágico a la ourensana digno de un Gabriel García Márquez de Ceboliño, con permiso de Carlos Casares, entre otros varios.

Pasado el momento, igualmente mágico, en que casi todos los partidos acostumbran a declararse vencedores, cualquiera con un mínimo bagaje de matemáticas básicas sabe que ha llegado la hora de los famosos pactos postelectorales; tan denostados por parecer que trastocan la voluntad ciudadana, aunque una gran mayoría -el porcentaje más alto, en realidad- ni siquiera se haya dignado en manifestar la suya.

Lo bueno y lo malo de la democracia es que, tras haber podido hablar la ciudadanía, ahora no procede quejarse, sino disponerse a acatar su dictado; lo que incluye una responsabilidad: tener suficiente altura de miras para tomar las decisiones prácticas necesarias, anteponiendo, por encima de todo -en particular, de los intereses personales-, el futuro de Ourense y el bienestar de quienes habitan nuestra singular urbe.

De todos modos, conviene recordar algo sobre esos pactos que es bien sabido por cualquier estudiante de primero de Derecho: todo acuerdo implica cesiones de ambas partes, siendo la más débil la que suele verse obligada a ceder más, salvo que sea una magnífica negociadora; destreza que también es necesaria para después vender a sus electores un pacto que algunos -muchos, tal vez- se resistirán a comprender.

Concluidos en fin estos arduos comicios, compartidos con un brillante elenco de personas -de lo bueno, lo mejor- en una experiencia única, regresa esta columna, cuya legión de seguidores esperaba cual agua de mayo. Como la caída en estos días metafórica y literalmente tormentosos. Aunque, de aquí al 23 de julio, conviene no dejar el paraguas en casa, pues aún puede caer más agua; la que irá a dar a esos ríos que fluyen sobre los puentes en Ourense. 

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