Opinión

La campaña aciaga

Una vez más la ciudadanía ha tenido que asistir a una campaña electoral, en cada convocatoria más recrudecida, donde prima la falta de respeto al adversario y, en general, al electorado. Verdades a medias -que son la peor de las mentiras-, insultos, bajezas, y hasta miserias como sacar a debate a Marcial Dorado, aprovechándolo para difamar, a sabiendas de que si el expresidente de Galicia hubiese tenido algún negocio con él ya habría sido encausado, y lo que es más grave, atacar a la persona porque, a lo que parece, el otro candidato no disfrutaba de demasiados argumentos en contra de sus críticas y programa.

Se ha visto a una candidata por Sumar difundiendo un mensaje histérico pidiendo el voto para que no lo obtuviera la derecha, bajo la premisa de que, si así fuera, volveríamos 40 años para atrás, pero obviando que las políticas absurdas de Podemos y sus socios buscaban llevarnos 90 años al pasado. Por si alguien aún lo duda, Yolanda Díaz es una señora comunista que, cuando vivía de su bolsillo vestía vaqueros y que, desde que vive del bolsillo de todos los españoles, viste de grandes firmas de boutique. 

Para los poco avisados siempre merece la pena recordar que los antisistema son una gente que vive parasitando del sistema, siendo incapaces de vivir fuera de él y que, en cuanto echan mano al dinero público, se convierten en los que mejor viven en el sistema. Paradigma de ello es la marquesa de Galapagar.

Pero lo acontecido en estas elecciones ha superado con creces la simple grosería, para ascender un peldaño más de mezquindad con consecuencias imprevisibles. La precipitación e irreflexión en la convocatoria, que sorprendió a propios y extraños, evidentemente estaba muy lejos por parte de Sánchez por el reciente resultado de las municipales, posicionándose más cerca del oportunismo, aprovechando unas fechas críticas para capitalizar el voto y sacudirse de encima a unos socios de coalición que tantas canas y disgustos le ha costado.

Lo dramático de esta improvisación es toda la información que ha ido saliendo a la luz, y que no se puede atribuir a la pugna electoral, cuando has sido las instituciones europeas quienes las han puesto de manifiesto. Ni mencionar ya cuestiones como la financiación con fondos públicos de una franquicia privada de odontología, por importe de 40 millones de euros con cargo a fondos estratégicos del Estado, llevando al respetable a la disquisición acerca de qué tendrán que ver unos sacamuelas con la seguridad del país. 

Por si esto no bastara, es la propia UE quien, tras el director general de Tráfico, corrigió a Sánchez afirmando que, en contra de lo que el sostuvo, a partir del 2024 se pagará por el uso de las autovías, aunque lo más lamentable es el argumento: el Gobierno de Sánchez se comprometió a ello para obtener financiación de Europa. La pregunta inmediata que cabe hacerse es, ¿sí tan bien va el país, por qué se hace necesario pedir más créditos, cuando ya hace tiempo que los españoles están hipotecados por generaciones? Quizá la explicación haya que buscarla en el clientelismo de un Gobierno que ha dilapidado el dinero público en migajas intentando comprar voluntades.

Pero también el nepotismo de Sánchez al meter a su amigo Juan Manuel Serrano a presidente de Correos, un puesto que a todas luces siempre le vino grande. Prueba de ello es que todos los problemas con el voto por correo tienen su origen en el agujero negro de 1.000 millones de déficit del ente público, aquel mismo que en su día Feijóo dejó saneado cuando ocupó ese mismo cargo. Pero al espinoso descrédito que han sufrido las instituciones en esta convocatoria, lo que se suma es el coste, las elecciones más caras jamás celebradas en España. Claro al Gobierno poco le importa porque en el fondo cuando se habla de lo público, la gente acostumbra a pensar que es gratis y los políticos que es suyo.

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