Opinión

Sainete

Abogaba el otro día una antigua profesora por la participación ciudadana en los próximos comicios, argumentando que fue un derecho no recuperado hasta 1977, a lo que yo respondí que a los políticos hay que exigirles responsabilidad y compromiso. “¡Eso es otra cosa.!”, objetó ella, alegando que primero habría que votarlos y elegirlos según cada cual creyera, que luego ya vendría el momento de exigir responsabilidad. Ni corto ni perezoso, rebatí que el juicio y la sensatez es lo primero, al ser necesario alguien a quien elegir, ya que dejar un cheque en blanco en una urna a favor de quien no se obliga ni responde, es condenar a un candidato a corromperse absolutamente, constituyendo una conducta harto irresponsable e injusta por parte del elector.
Así a bote pronto me vinieron a la cabeza los incumplimientos de PP, PSOE, unidos a los pufos y tarjetas que también atañen a algún representante de Izquierda Unida, y las perlas de UpyD, como la definición despectiva de gallego y su contexto, tan en sintonía con la percepción de Podemos, además de la más que peculiar pluralidad interna que impera en ambos.
Con el negocio electoral asomando por Andalucía, escenario cuyo resultado todos interpretarán arrimando el ascua a su sardina, conviene plantear que para que la democracia triunfe urge modificar la Ley electoral impidiendo la usurpación del voto en blanco y la abstención, reconociéndolos como hábiles y con representación parlamentaria, hasta el punto de que su cómputo, traducido en escaños vacíos, empiece a interpretarse como la disconformidad del ciudadano con la oferta electoral, a fin de que los partidos se lo trabajen con más esmero que limitándose a tirarse los trastos a la cabeza entre ellos, ávidos apenas por consumar sus ganancias.
Este sainete me lleva a rememorar al ex presidente uruguayo José Mujica al comentar que “hay gente que adora la plata y se mete en política; si adora tanto la plata, que se meta en el comercio, en la industria, que haga lo que quiera, no es pecado, pero, la política es para servir a la gente”. Lo que no deja de ser un enfoque equivocado de la situación ya que los políticos al uso no lo son, en realidad son servidores de las oligarquías, situados para favorecer sus intereses en detrimento del pueblo. No son dirigentes sino vendepatrias, y así, claro, planea la duda sobre las capitulaciones que negociará el que gobierne con quien se vaya a casar. Urge una limpieza a fondo: sacar las telarañas, los dinosaurios y los parásitos enquistados en la política profesionalizada; abrir las ventanas de todas las formaciones políticas para ventilar, y con ese aire fresco renovar la confianza del electorado, en lugar de tanta chaza.

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