Opinión

El ventilador

Después del Informe Pelícano que desafió con poner a Rajoy contra las cuerdas, empujándolo a renunciar a la reelección, llega Jordi Pujol para poner el gallinero patas arriba. Porque si el expediente que acorrala desde septiembre al Presidente del Ejecutivo fue, para más inri, confeccionado desde dentro —dedos hay que apuntan sin remordimiento a Soraya—, en el del ex honorable President, han colaborado astillas del mismo leño.

Lo sorprendente no es ya que agentes de la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal, apoyados por la Comisaría General de la Policía Judicial, hicieran horas extras por su cuenta para revelar que tienen en su poder documentos y datos que avalarían las acusaciones del ex tesorero Bárcenas en relación a los sobres, la financiación ilegal y el entramado societario para despistarlo. Lo grave es que señalan directamente a Rajoy como propietario de todas las rifas de un bombo, urdido por empresarios del Ibex 35.

Esto lleva a preguntarse quién gobierna verdaderamente España, y si el sistema representativo goza realmente de la salud que debiera. Sobre todo considerando el aviso de Pujol relativo a que si él o cualquiera de su familia pone un pie en el caldero, hará saltar por los aires la Democracia española.

¿Que cómo es posible? Pues a lo que se ve, el ex honorable Pujol trabajó como una hormiguita aprovechando la delegación que Inteligencia tenía en Barcelona, conocida por el nombre de La Antena. Desde su andadura en el Parlament, tras desmantelar la sede catalana, Pujol enroló a los ex agentes del CSID en su servicio personal, Los Patanegra, aprovechando durante años su oficio para proveerse de una serie de documentación que contienen los trapos sucios, que atañen a redes de corrupción y escándalos repartidos a lo largo de toda España.

Con ese as en la manga, que al parecer involucró incluso hasta a cuarenta magistrados de la Audiencia de Barcelona y que explicaría, no sólo cómo salió indemne del caso Banca Catalana sino porque nadie del clan Pujol ha pasado ni una noche en el talego ante los gravísimos delitos que se les presumen, el ex honorable pretende intimidar a propios y extraños, para salir airoso del trance que lo ocupa.

La verdad lacónica es que deberían encausarlo actuando en consecuencia, además de por el resto de imputaciones, por desafiar al Gobierno y la Judicatura. Y que Pujol, sí o sí, haga públicos esos archivos que amenaza abrir con el aire del ventilador ya que, pese a su convencimiento de que se va a armar la gorda, es muy dudoso que a estas alturas de tanta podredumbre, la democracia peligre porque se revele el nombre de los corruptos. Nadie se sorprenderá. A lo sumo se oirá algún “vaya, ese también” o un “no me extraña lo más mínimo, ya decía yo”. En el peor de los casos, el agua pasada de confirmar sin ambigüedades la identidad del Elefante Blanco, que a esta distancia del 23F le trae a todos al pairo. Apenas el trance de comprobar como algunas torres y sus acólitos, más o menos numerosos, transitan a carne de presidio.

Que sí, que ya van siendo horas de que se divulguen todas las carpetas, sea el pelícano, las de Pujol, o la madre de todos los dossieres, para que sin rodeos ni eufemismos, todos los españoles puedan ver definitivamente cómo se hace limpieza, se abren las ventanas, y circula aire fresco.

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