Opinión

Congresista

Después se ofenden cuando alguien no los toma en serio o duda de su capacidad intelectual. Pero es que día sí, día también, se empeñan algunos en dar argumentos para que no se cambie tan dudosa opinión. Ahora le tocó el turno a un tío que de pequeño debió jugar por fuerza al fútbol cuando debió querer saltar a la comba, y que, ya mayor, siendo actualmente diputado hace proposición de Ley al Congreso para que el Gobierno elabore una guía que sirva a los profesores de Educación Primaria a erradicar de los patios de los colegios actitudes sexistas. Ejemplo de ellas menciona particularmente la perniciosa práctica de los niños a jugar al futbol y de las niñas a saltar a la cuerda, o la de los niños a jugar a policías y ladrones mientras ellas a las mamás. ¡Ay, Dios mío, quién nos iba a decir que a estas alturas de la Igualdad propugnada por la que no fue humana en barriga de su mamá, ministra Bibiana, aún se mantienen costumbres tan criminales en los patios escolares de los niños con los niños y las niñas con las niñas! ¿Pero es que no nos queremos enterar de que la Igualdad de sexos debe llegar hasta ser completa? ¿Cómo va a seguir consintiéndose, pues, que las niñas elijan jugar a las mamás mientras los de la colita escogen ser polis o ladrones? Para corregir estos estereotipos de regímenes machistas, a partir de ahora, y por iniciativa del ínclito diputado socialista, que además como ginecólogo debió quedar harto de sacar niños únicamente de barrigas femeninas ¡qué coñazo!, el Legislativo tratará mediante ley de que vuelvan a traer al mundo a los niños las cigüeñas parisinas, no vaya a ser que las niñas vean a sus mamás coger en brazos a su hermanito recién parido en el hospital y estimulen su instinto maternal que al propio tiempo conlleva el que quieran jugar al juego tan peligroso para la Igualdad o Verdad Última.


Alguno creerá que estoy inventándome una coña, pero la propuesta es real como la vida misma; real como el mismo congresista que, sin duda, habrá trabajado en un nuevo campo sociológico que dictamina lo obsoleto de sexos distintos, que, por tanto, deberán hacerse uno; porque el progresista y moderno planteamiento no admitirá que sigamos diferenciándonos por nuestro aspecto, juegos o hemisferios. Así que a decretar, Gobierno.


Desde luego, la propuesta es de calado, inicio de algo nuevo y lleno de oportunidades. Por ejemplo, la que se abre al diseñador de vestuario listo e informado, que deberá conceptualizar esa forma de futura prenda que elimine arcaicas diferencias entre braguita y calzón, a fin de que no se muestren otras diferencias orgánicas mayores cuando para la hora de gimnasia haya que ir a cambiarse a un mismo vestuario; lógicamente, habrá que acabar con los actuales vestuarios sexistas. Otro reto para el mismo profesional será resolver el conflicto de los uniformes, porque no vayan a seguir sintiéndose discriminados aquellos que solo se ponen falda si pasan por escoceses con la gaita de fiesta; y ya pueden también pensar como pueden levantar las piernas los nuevos animadores machotes de los equipos universitarios con esa minifalda propia sin que rompa ninguna estética grupal con el tema de los paquetes (¡que somos unos paquetes!).


Sin embargo, otros profesionales quedarán un tanto preocupados por la iniciativa, pues ¿cómo juzgarán los árbitros de fútbol las cargas contra los pechos, por esto de que a ellas le salen tetas donde ellos tienen sólo huesos?; tal vez la panacea del I+D+i resuelva científicamente la desigualdad de las protuberancias en los jugadores a base de selección de hormonas inyectables.


Sin duda, el Ministerio de la Igualdad, con su filosofía vanguardista, sabrá acoger en su seno (bueno, digamos mejor en su cerebro mental por lo que tiene el seno de sexo discriminador), esta idea maravillosa de un diputado que vive preocupado por los patios de recreo. Los futuros andróginos del universo le quedarán eternamente agradecidos al genial luchador de los derechos de los niños, que creen que quieren pero realmente no quieren sino es un mal arcano que se lo impone, a jugar a la pelota o saltar a la comba por sexos.



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