Opinión

Percepciones

D. Carlos, que ha sido noticia reciente por su traslado a Valencia, cuestión que como primera premisa, junto a la segunda de que en Valencia había hasta ahora Cardenal, dará argumento suficiente para concluir su próximo paso al cuerpo cardenalicio. De lo cual me alegraría, por guardarle afecto. Un afecto sobrevenido por su positiva respuesta a directa petición en su día, sin recomendación ni presentación alguna, para ‘Entrevista con Ourense’ en Telemiño; por supuesto, también, por la posterior relación mantenida con él, alimentada en varias comidas improvisadas en su piso del Obispado, donde me obsequió no sólo con plato sino con buena conversación, al tiempo que me interrogaba la opinión sobre algunas cosas o personas. Me ganó su confianza y química, pero nos quedó pendiente una comida con Adolfo Domínguez, a quien tenía especial interés de conocer personalmente, por haber tenido noticia de su paso por el Seminario; las agendas de ambos frustraron varias intentonas, y después, después D. Carlos ya se marchó a Oviedo.


Pero esa cercanía humana, a pesar de la distancia de talla intelectual que nos separaba en su favor, me parece no era postural sino norma habitual de su vida. Aprecié en él, particular interés y preocupación por personas que andan medio perdidas en la noche; especialmente, si lo están contra su voluntad, como fue el caso de una chica prostituta en Verín retenida por sdu proxeneta, a quien ayudó a escapar y volver a su país, y no les cuento de qué manera por no matar la confianza y no contar con autorización para ello; pero a algunos les sorprendería sobremanera. Lo único que vería mal de este nuevo nombramiento de D. Carlos sería el daño colateral de otro movimiento en el mismo tablero y que afectara a D. Luis Quinteiro, pues Ourense y su Diócesis necesitan de asentado Obispo. Por de pronto, enhorabuena a D. Carlos.


Señor del mundo


Así titulaba el domingo un artículo Juan Manuel de Prada, que reproducía el título de una novela de Robert Hugh Benson (con quien me une coincidencia de cumpleaños en el mismo día, aunque sus cumpleaños sean bajo tierra desde hace casi un siglo). Esta novela sitúa premonitoriamente a su protagonista en un mundo parecido al contemporáneo, como un político extraor dinariamente seductor, de apariencia mansa y dialogante, que con retórica emotiva logra enardecer a las multitudes, y al que acaban tributándole el culto reservado a los dioses. Pues, (otra coincidencia), tocaba precisamente este mismo domingo en Ourense la actuación del primer gobernante del país, que es seductor (una señora a mi lado, llevada por su natural alegría, opinó en alto, ¡hay que ver lo que hizo este hombre por nosotras, las mujeres!), también de apariencia mansa y dialogante, y que enardeció a la gente con su discurso, pues sea éste pi, pe, pa, po, o también pu, da igual, que da lo mismo, su gente aplaude a rabiar.


El pabellón lleno, con personas venidas de toda la provincia, no sé ciertamente si en flota de autobuses, aunque ojalá así fuera por cierto tinte bucólico con el que hacer las paces definitivas con los de antes, a los que tanto denostaron por los mismos medios (carretando que es gerundio), seguidores del señor Franqueira, ¿tal vez no recuerdan cómo ponían a parir aquéllas movilizaciones de cooperativistas con que llenar el mismo Pabellón de la capital? Y más que recordar a Circo Mundial, por lo de la entrega de banderita cual si fuera glo bito de antaño para los niños, la parafernalia me pareció más propia de partido de baloncesto, pues la salida de los jugadores políticos se hizo de uno en uno, desde el túnel de vestuarios, con los ojos iluminados del respetable como focos. Que si Pachi, que si Laura, que si Francisco Rodríguez, que si Espinosa, que si Pepiño, que si uno y otro, hasta Touriño, y, por fin, la gran estrella, capitán, el Mesi socialista, compañero José Luis Rodríguez Zapatero. Ese choque de manos según iban avanzando en el camino al escenario, ese spiker aclamando los nombres, un público entregado y levantado de sus asientos, la música de fondo, el colorido, etcétera, todo hacía pensar en el gran espectáculo en que se ha convertido la política de nuestros días.


Y tomó la palabra el alcalde, o noso Paco, con cuerdas vocales que no están tensadas para voz mitinera, al contrario de ella, Laura Seara, que revela el sueño más íntimo, que ha dejado de serlo, por ver al frente de los respectivos gobiernos de España y Galicia, juntamente con Ayuntamiento de Ourense, a compañeros socialistas. ¿Con qué soñará, a partir de ahora, Laura? Y Zapatero, gran prestidigitador, sacando de su chistera conejos y más conejos que la gente se come cual merienda; ahora, que si la crisis es debida a la avaricia y falta de autocontrol; y yo que me pregunto si estos pecados seculares los descubrió ayer mismo, o si no y siendo conocedor de los mismos ¿por qué los ocultó? Oscuro, oscuro. Con tanto auto cariño me bastó, por eso ya no me quedé a escuchar a Touriño. Y para finalizar como he comenzado, con el paralelismo del artículo mencionado, decir que el protagonista de la novela, Felsenburg, es el personificado Anticristo, que hace constantes menciones a un reinado de paz en la tierra. Por supuesto, cualquier parecido con gobernante actual es pura coincidencia, como diría Prada.



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