Opinión

Percepciones

Santa Rita, Rita, Rita...


... Lo que se da no se quita. Bueno, a no ser que surja algún asunto Camps en Valencia que lo impida. Y esto pasó el viernes, cuando la cita dada por Rita Barberá la quitó después, en este caso a colectivos ourensanos convocados. Eso sí, Poly justificó el cambio, con el sainete típico de ‘problemas de agenda’ de la alcaldesa valenciana, aunque fuera tan evidente como coincidente con la comparecencia pública del presidente de su misma Comunidad. Menos mal que siempre hay un Cristóbal Montoro a disposición de cualquier tipo de crisis, al parecer.


El carnaval: No se si llegaré a él. Un viaje me ha alejado del centro del huracán de disfraces, alegría y diversión que estará aconteciendo en Ourense, pero a lo mejor aún lo pillo en los vinos el lunes por la noche. Si es así, ya estoy viendo a Casiano, Barril o Llongueras, de señoritas, o a un Trangallán sin corona delatora. Como buen capitalino, yo soy del carnaval de la ciudad, con o sin careta pero sin hormigas ni harinas que echarte sobre el cuerpo. No sé cómo habrá ido la cosa con los petarditos del carajo que otros años han puesto de moda los chiquillos, ni como ha influido en los políticos la coincidencia de su actuación con el resto de caretas, pero sí les cuento que en San Sebastián nada de nada, quiero decir de campaña política, que no de carnaval. Si no fuera porque en plena calle, el sábado por la mañana, encontré mitineando encima de una tarima a Mikel Buesa con la candidata rosa en Guipúzcoa, diría que el País Vasco no estaba en elecciones, porque ni un cartel parecido a los que ocupan fachadas en nuestro terreno. De carnavales, por cierto, sí que mucho también, con un desfile de cientos de participantes volcando mi preconcebida idea, ignorante, de que no tenían presencia. No obstante, espero llegar esta noche al nuestro, Carnaval desde luego.


Culto a la personalidad: Hablaba antes de los carteles en las fachadas de edificios y ¡qué miedo! Qué miedo ver tanto culto a la personalidad; cualquier personaje haciéndose más grande, incluso, que gran idea universal. Mi miedo viene dado por historias pasadas, nunca olvidadas, donde otros polvos de personalidad (en su día, democrática) posteriormente trajeron los peores lodos de la humanidad. Así leía en La Región, en días pasados, un reportaje de César Muñoz, respecto a la apreciación del poder y de la imagen. Propaganda como arma terrible, que diría Hitler. Y es que el ser humano tiene natural tendencia a creerse más de lo que es, tal vez para soportar la angustia vital de su propia naturaleza limitada, llegando a peligrosos extremos de considerarse más que el resto, pudiendo vulnerar todo aquello que no le agrade; por ello, miedo me da tanto culto a la personalidad.


Bueno, pues inmersos en la propaganda que vivimos estos días, me han sorprendido unas imágenes por encima del resto, también por encima de las cabezas del ciudadano. Estas imágenes están impresas en pancartas de tamaño fachada en laterales de edificios del Parque San Lázaro y Progreso. En el culto a la personalidad del líder, que decía antes, la imagen ocupa cualquier vista que mira al cielo. Nadie, pues, puede escapar a ella si no camina cabizbajo, pues nos la meten por los ojos aunque no queramos.


Políticos: Y ya que hablamos de la figura de los políticos, permítanme traiga aquí lo que decía Osho, el místico indio, al respecto de seguirlos: ‘¿Por qué tanta gente sigue a políticos tan estúpidos?, pues raramente sucede que un político sea inteligente, porque si es inteligente no será político; la inteligencia nunca elige algo tan estúpido. Pero, entonces ¿por qué les sigue tanta gente? La razón es que la gente no tiene mucha seguridad en sí misma. No sabe dónde ir, de manera que están esperando a alguien que se lo diga, y se lo diga con seguridad’. ¿Dice Osho verdad respecto a nuestra inseguridad?


La nota vitalógica: No sé si existe el término para designar, al igual que la nota necrológica con el difunto, la nota que se puede hacer de una persona que ha estado al borde de la primera pero ha sobrevivido para ser protagonista de la segunda. Yo la calificaría, por ejemplo, de ‘nota vitalógica’. Bueno, pues de haberla, se podría hacer sobre el caso que me enteré hace nada, pues Rafael M. no comió el turrón pasado en su casa por pasar casi un mes en la UVI del Meixoeiro (el corazón todavía tira para Vigo). Dicen que hubo ángeles rezando por él. Bienvenido de nuevo a casa y a la calle. Y como no existe eso de nota vitalógica, no sigo.



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