Opinión

Percepciones

Coincidiendo con dos mítines de cierre de campaña, por lo que no pude cumplir mi deseo de acudir a ellos, estuvo Luz Pozo en Ourense, poetisa académica y mujer de una sencillez natural hermosa como su propio sentir, celebrando como buena rosaliana el día de Rosalía de Castro. Lo confieso, no había leído nunca nada de ella, pero gracias al acto que celebró Linteo en la librería Torga, pude iniciarme en el sabor de sus versos. Manuel Ramos ejerció de animador y condujo el acercamiento a la poeta del conjunto de personas que nos reunimos a su alrededor, como Marisa Sanjurjo y Javier Prado, José Manuel Losada, Manolo Veiga y Josefina, María José Dominguez y más hasta una veintena; con los propios recitadores de algunos de sus poemas, como Millán Picouto, Manolo Blanco o Carmen Lorenzo, todos profesores de lengua gallega o española.


Con lo de las lenguas preguntó Millán a Doña Luz como se gestó su transición de una a otra, pero la encantadora poeta oye mal y nos contó la historia del mar y los marinos de un poema. El respeto general obvió la confusión y nadie trató de advertírselo a ella. Habló de los mejores poemas conocidos para ella de toda España, incluyendo los escritos en las distintas lenguas, que no son otros que los escritos en español por su gran amor Eduardo Moreiras; pero, no sólo para ella fueron muy importantes, pues también son extraordinariamente valorados por Vicente Aleixandre, de quien guarda un centenar de cartas aludien do a ellos. Indudablemente, señor Ramos, tiene usted ahí un gran libro de poesía a editar, que podría completar con esas cartas manuscritas del premio Nobel. La anécdota al respecto del idioma la puso el propio Ramos al intervenir en una ocasión hablando en español hasta que ¡perdón, no me había dado cuenta!, cambió al gallego, cual si fuéramos la mesa para la normalización lingüística. Pero, en general, un gran ejemplo de la riqueza que supone contar con dos lenguas y la libertad de expresar el sentimiento que provoca cualquiera de las mismas. Tal como dijo Luz, a través de cada lengua se escriben cosas distintas.


Una camelia de regalo para cada uno de los asistentes, símbolo de la poesía (junto a la rosa) de Luz Pozo, que son su alma, la buscan siempre. Como también, aunque menos, la encuentra siempre la flor de No me olvides. Dios. Un olor a ternura. Un habitáculo íntimo con paredes decoradas por literatura. Un rato ensalzando el amor. Todo, como alternativa a esos discursos que a misma hora tratarían de atacar al opo nente, o que hablan de poder y se traducen con su interés, resultó perfecta elección y supuso un bálsamo para al diario acontecer. ¡Ah! y un recuerdo especial para Dora Vázquez, porque, que lo sepa, Luz Pozo no las olvida, a ella y a su fallecida hermana Pura.


Pues estuvieron aquí el viernes. Por la noche. En el teatro Principal. Los de determinado canal de televisión que hace un programa de contenido político que se llama ‘El gato al agua’. Me enteré porque me informó Juan Valencia y, ¡cómo no!, a curiosear un poco. Entré con Suso Outeiriño, otro gran curioso -amateur- que aún no sé cómo no hizo periodismo pues ya desde pequeñito le gustaba enterarse de todo, pero pronto lo dejé para subir al primer piso del Teatro, al objeto de otear mejor el panorama del escenario completo, entendiendo éste como el propio espacio escénico y el patio de butacas, porque el público, sin duda, sabía de qué va el programa y a qué iba. Así el programa hizo partícipe al mismo público en papel de protagonista de algunas imágenes, por lo que alguno incluso posó, o saludó, sin ningún rubor como Julio Vázquez el dimitido; y entre otros más, pude ver a Gloria Morante, que da gloria ver cómo está para trasnochar, o Fernando Gabelo, por apuntar algún ejemplo de asistentes.


Y al fin llegó el que hoy se llevó el gato al agua,de ser presidente gallego, Alberto Núñez; con él sonó un aplauso eufórico del público (ya dije que sabían a qué iban) y el ánimo casi generalizado de unos periodistas que se decantan sin problema, como Dávila o Quevedo, con palmaria subjetividad; no fue el caso de Xosé Luis Barreiro, no periodista sino opinante. Con el ya ganador de las elecciones gallegas, debió llegar también ella, o fue simple coincidencia, Doña Alicia (mujer del boss ourensano), pues ocupó otro palco a esa misma hora y en misma hora que se fue Núñez también se fue.


Y nada, que al día siguiente reflexión y, al otro, votación. Con una movilización general que despertaba al militante que a las seis de la tarde aún no había acudido a votar. Ganaron unos y perdieron otros, y otros, o sea dos. Pocas veces, ciertamente, las lecturas consiguientes de los contendientes fueron reconocedoras de una derrota, siendo ésta una de ellas; así pues, contundente. En la acostumbrada reunión social de la Pajarera convocada por Telemiño, vislumbrándose rostros que no podían ocultar su contento, de los otros y otros, sólo Carballido dando la cara tomándose un vino. Y yo hasta la próxima.

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