Opinión

Percepciones

¿Hostequélería?: Llega una italiana a Ourense de turismo forzado por un día por amiga suya, María José Bravo, pues la razón de su venida a Galicia pasaba por otras provincias, que no la nuestra, para dar una conferencia en el Colegio de Médicos de Vigo y otra en la Escuela de Fisioterapia de A Coruña. Pues bien, Daniela Mettro, como se llama la donna, experta nutricionista clínica en el Hospital de Mesina, donde trabaja con las graves y dramáticas enfermedades de la anorexia y bulimia, y también docente en la Universidad de Medicina, ha tocado tierra adentro únicamente por interés turístico y afectivo. Por tanto, era obligado ejercer de buenos anfitriones ourensanos, así que entre María José y yo tratamos de agasajar lo mejor posible a nuestra invitada. El día perfecto, con el sol que luce estos días, ayudó a abrir inicialmente una gran sonrisa italiana. Después elegimos lugar agradable para comer, que lo es, en terraza sobre piedra veterana de la ciudad, para mayor deleite; y el sabor a lo histórico nos ofreció buen aperitivo.


Más tarde comienza la decepción. Una camarera, también extranjera pero con mucha más cara que Daniela, no nos dejó escoger libremente la posición que deseábamos para sentarnos, pues nos manifestó su incomodidad para servirnos (nada de eso); al ratito de estar sentados, levantó de los asientos a mis compañeras comensales para poder abrir un armario a sus espaldas que oculta bombonas de butano y que manipuló a nuestra vista sin cortarse, con la consiguiente sorpresa y preocupación por la acción y que nos llevó a preguntar por la seguridad de estar tan cerca: ¡nada, nada, no es problema!, casi con displicencia. Pedimos la comida (por cierto, rica, menos mal), y en los postres se nos indica que si vamos a tomar café ¡lo pidamos enseguida!, pues tienen que cerrar; son la cuatro de la tarde y comenzamos a comer a las 14.48, tal como consta en el ticket, sin que fueran bocadillos de a euro sino elaborados como para disfrutarlos en el plis-plas que nos dieron. Pues nada, con el gusto de las natillas en la boca y el regusto de la conversación partida por un ambiente mal escogido para jugarla entera, nos vamos con la miel en la boca, pensando en que el turista que caiga en un restaurante con este servicio no vuelve, ni siquiera a Ourense si piensa que no hay formas diferentes de tratar a los clientes. Y decimos pecado que no pecador, porque siempre queda propósito de la enmienda, pero ¡coño!, ¿quién se atreve a comprobar si han dejado de pecar?


En el Día del Padre: Por ser el día, me voy a permitir decir algo a favor de la figura putativa, aunque para alguna suene como golpe de tambor en día de resaca. La llamada es para atraer la atención sobre el protagonismo, o falta de él, en su papel para la familia. Porque a veces vemos, sobre todo en temas de tanta enjundia actual, y del que se deriva gran polémica, cual es el discutible derecho a abortar de la mujer, cómo, de él, del potencial futuro padre no se acuerda ni la madre que lo parió. Cero a la izquierda, uno al cociente. Y me pregunto yo si realmente a éste, al hombre, se le considera simplemente semental para la procreación, o instrumento de placer, dándole la vuelta a la miserable condición que hacen algunos de la mujer cuando la consideran mujer objeto, para convertirlo ahora a él, precisamente, en hombre objeto también.


Ya sé que nadie habla de ello, cual si fuera tabú para una sociedad ahíta de prejuicios, pero si sentimos una verdadera igualdad sin distinción de sexo, admitamos los sentimientos que pueden arrostrar en el hombre experiencias tan importantes como ésta. Ya escribí una vez, incluso, sobre cierta repercusión física del embarazo de la mujer en el hombre que va a ser padre, y que el gran poeta Rilke recogió en poema. Porque, aparte de las propias acontecidas en el cuerpo gestante, existen otras consecuencias psicosomáticas derivadas de la preocupación, y la responsabilidad familiar, esa que a Kafka le abrumaba hasta el punto de que algunos la confundieran con misoginia, y que tiene alcance para marear a cualquiera ¿o no? El padre, por tanto y por supuesto, también puede padecer cualquier decisión tomada por la mujer que ha quedado embarazada de él, cualquiera que ésta sea, si no se cuenta con él. Otra cosa es que no lo sepa nunca.


Y el otro golpe de tambor tiene que ver con el papel que le toca cuando hay desaparición matrimonial, siempre postergado al de la madre, aunque no siempre sea lo justo sino auténtica tortura para muchos. Porque no todos los hijos quieren matar al padre freudiano. En fin, hoy quería reivindicar la figura del padre al ser su día, nuestro día, porque, sin tratar de compararse con la mujer (qué no decir de ella en el día de la madre), también siente a los hijos como sangre de su sangre, cual si fueran nacidos también de sus entrañas, y por quienes daría su propia vida (yo no creo que sea un espécimen raro).



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