Opinión

Percepciones

Absténganse los políticos de leer: Esperanza Guisán y José Luis Castro, ella catedrático de ética y sociólogo empedernido él, vinieron a hablar juntos en público de esta materia tan interesante (más que materia, esencia espiritual) que resulta de la necesidad de contar con un Código ético para los políticos. Curiosa y lamentablemente, pocos apuntes pudieron tomar éstos, precisamente los que inspiran el Código, por no acudir a la conferencia, pues de los activos con cargo ni uno; a lo más, y que hayan tenido alguna experiencia política, aunque fuera tangencialmente y que yo sepa, pude ver a María Antonia Rilo, Chao y Julio Díaz, amén de los etéreos, al menos hasta la próxima y muy próxima Asamblea regional de UPyD, Cejudo, Quintáns y Ángeles Valiño. Realmente, esto mismo, lo de no acudir los políticos a escuchar lo que piensa la catedrática ciudadanía de ellos, es indicativo de los dos caminos paralelos que transitan ciudadanos y políticos, por mucho que se nutran los segundos de los primeros que nunca retornan si pueden.


Pero lo que ansiaba yo escuchar eran esas tablas de la Ley o diez mandamientos del código ético para los políticos que elaboró la profesora de Ética. Los enumero, muy resumidamente: No beneficiarse de su puesto; Manifestar públicamente el tipo de sociedad que se pretende, Respetar los deseos de los gobernados, Respetar la libertad, tanto negativa como positiva, de los gobernados; Información y formación para los gobernados, Vida libre y gratificante, No mentir nunca, Ser imparcial, No instintos bajos y Servir a la comunidad. Por cierto, los organizadores quedaron de colgarlos en el Blog. Pero ¿verdad que estamos todos de acuerdo en que son buenos?, entonces, ¿por qué no se llevan a cabo? Respondan ustedes.


Después Jose Luis Castro completó una visión esperpén tica de los políticos, al comenzar diciendo que la política es la única profesión que honra a quien la abandona (yo añadiría, estando en el poder, pues otros la abandonan tras el fracaso y eso ya no honra) y contando una anécdota acontecida en Baños de Molgas como ejemplo de paradoja de la libertad, o el miedo a ella, cuando en régimen de Franco fue a hablar sobre concentración parcelaria y un vecino, desde el fondo de la sala, lo increpó para no saber. ¡Pero, oiga, si es que yo les vengo a explicar algo que les conviene! ¡Pues no, no vaya a ser que nos convenza! contestó. Miedo a la libertad de tener que decidir qué hacer; en consecuencia, mejor seguir igual. Mas lo peor es que los demás lo secundaran, y Castro recogió velas (mejor no insistir, aunque insista su escepticismo). Y entre más anécdotas y con código legal en su caso, para sujetar la falta de ética en los políticos por las bridas de las penas y responsabilidades civiles, se cerró una interesante sesión en el Ateneo, que competía con dos platos fuertes en la ciudad: día de la poesía con Tovar y Campio de ilustres invitados, y Cuerda en la Academia de cine; perdón, de Medicina.


Fiesta en Maristas: Mañana hemos quedado para cenar en el comedor de Maristas antiguos alumnos citados para celebrar el aniversario del siglo de las aulas inspiradas por el santo Marcelino Champagnat en Ourense. Pero no será la última, según me cuenta Gago, a quien encontré y me informó de otra a la que va él en mayo. Por supuesto, yo sólo hablaré de ésta, a la que me avisaron desde un curso que no era el mío y del que publico fotografía, pero en el que reconozco a muchos: además de a mi hermano Santiago, a otro Hermano (éste de todos, por ser Marista) Miguel Ángel; a Pedro Cortés (uno de los organizadores), Javier Blanco (ahora, Xavier Riomao), al fortachón Suso Taboada, Paco Camiña, Dani, Campello, el amigo con más nombres propios que conozco y de apellido Nieto, y algún otro que podría ser abuelo de alumno de su misma edad de bachiller que tiene en foto. Esperemos que la cena se corresponda con su trueque pecuniario, pero de ello y más, les contaré el próximo día.


Reflexión de urgencia: Me tocó visitar la sala de urgencias por persona cercana ingresada en ella. Mujer enferma de su propia ancianidad. Remontada inicialmente por la ciencia, en un box de esperanza sanitaria. Pero no para ella, por demasiada carga de tiempo vivido sobre sus espaldas, ley natural. No obstante, ¡cómo se agradecen los cuidados profesionales!; ya no digo si, además, van acompañados de los otros meramente humanos. De sala de urgencias a una de tránsito, a la espera de una cama para su ingreso, y finalmente a Piñor, a llevar a cabo otra espera, para la más importante y definitiva.


Este es momento superior por trascendente, porque permite observar nítidamente la fina línea que separa a una conciencia de otra. Y, casualmente, a mí me encuentra leyendo un libro de Elisabeth Kübler-Ross, médico escritora de su vivencia continuada con pacientes moribundos, de la que recojo ahora esta reflexión: ‘Ningún ser humano puede morir solo, porque la gente que ha muerto antes que nosotros y a la que amamos, nos espera siempre’. Me voy a Piñor.



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