Opinión

Percepciones

De visitas a iglesias


No sé si debido a la crisis ha habido un incremento de fieles participando en los actos litúrgicos de Semana Santa (por eso de lo de Santa Bárbara); puede que sí, puede que no, pero lo que sí me parece es que de visita a las iglesias el viernes por la mañana, y antes de la una del mediodía, había pocos jóvenes; al menos, en las que yo pisé. Y es que, quizás, lo que tiene que ver con la trascendencia de este mundo, propia muerte corporal a la cabeza, atrae más por su cercanía a los mayores que a éstos que aún la ven tan lejos. También, no se pudieron ver a aquéllos que no estuvieron por Ourense estos días de vacar laboral, como las hijas de Olivia en Egipto, el vástago Lucas de Víctor Blanco en Bayona, las de Wili Fox en Zamora o David Hernández en Playa América, por darles sólo algunas referencias cercanas.


Pues bien, visitando el monumento del altar lateral de la Iglesia de los Franciscanos, adornado artísticamente con flores, velas y la bolla de pan con jarra de vino, me dio un ataque de nostalgia de mi niñez. Y natural que así fuera, pues la misa de los domingos que me llevaba a esta iglesia era obligada cada semana, por razón de mi fe y la del Estado confesional del régimen donde la enseñanza religiosa era asignatura, aún cuando asignatura maría, al igual que Gimnasia y FEN (Formación Espíritu Nacional).


Al entrar por el lateral izquierdo, en el espacio propio que se forma entre las dos puertas batientes donde está ubicada la pila bautismal, recordé este lugar como el elegido por las pandillas de chicos que acudíamos a la misa de diez para poder salir a tiempo de coger sitio en la Casa Sindical, donde se organizaban conciertos de rock matutinos, con los Daniel Percebe, Mario D., Cano (batería que fue posteriormente de Massiel), o Manuel García. Un espacio de inconsciente ambigüedad, de querer estar y no estar, ser o no ser, salir o entrar.


Entre espaldas más grandes y apretujadas (la iglesia entonces estaba llena), entre oración y oración, sobre todo en la predicación, se soltaban las primeras miradas de soslayo atraídas por niñas en proceso de ser chicas, en las que comenzábamos a descubrir las notables diferencias morfológicas con respecto a los amigos de mismo sexo, y a las que sólo veíamos, prácticamente, en fin de sema na ya que no había colegios mixtos. Decir Belén A. o Mari Carmen D., por ejemplo, es decir mirada imposible de sortear. En las risas, furtivas a las palabras del Padre Isorna u otro fraile, con la vista puesta en el exterior cuando se entreabría la puerta frontera, asomaba ya esa lucha de la dualidad que conforma la condición humana, conciencia interior y mundo exterior. Y también recordé, al pasar por el retablo de las ánimas del Purgatorio todas las miradas intros pectivas que me sugirieron esas llamas, cuando siendo aún más pequeño iba con mis padres a misa de una y nos coincidía sentarnos en algún banco al lado de ese cuadro ardientemente tremendo.


En fin, espero no le haya parecido a nadie demasiado banal por haber mezclado estos sencillos y personales sentimientos con la profundidad del importante hecho religioso que es la Semana Santa, que si me merece algo es profundo respeto, por no hablar de devoción, que también.


Sanatorio de Piñor


Tengo que decirlo, todo un lujo. Antes, cuando lo conocí y aún era sanatorio antituberculoso, porque al frente estaba José Luis López Sendón, añorado médico del pulmón como pocos, pero no sólo por el ojo clínico extraordinario que atinaba en el diagnóstico y consecuentemente en el remedio, sino por su gran humanidad; dos aseveraciones que subrayo con mano en el fuego o tinta para hemeroteca, por sus amplios conocimientos profesionales en lo primero, y por el hecho cierto y reconocido por algunos particulares sin recursos de recibir éstos, cuando se iban a consultar privadamente, doble receta, una para medicamento y la otra en forma de billete sacado de su propia cartera. Porque Sendón no solo dejaba de cobrar a veces, pues, por trabajar sino que pagaba por ello; y no por impuesto revolucionario sino de puro afecto humano.


Y ahora, de lujo, porque como centro asistencial no quirúrgico resulta más hotel con servicio sanitario que centro hospitalario, lujo que aminora el dolor que sobrecoge en el estadio natural en que se encuentran muchos de sus pacientes. Habitaciones amplias de una o dos camas, vistas espléndidas, aire puro, tranquilidad visitadora, profesionales atentos, limpieza; nada que envidiar a una Luz o Ruber privadas. Una Rosa en el jardín, que diría Mari Trini (recuerdos).



Te puede interesar