Opinión

Percepciones

Aquí no hay quien viva


Realmente podría ser un capítulo de la serie televisiva. Hay escena esperpéntica para ello. Pero, en este caso, la realidad parece superar a la ficción, al llegar a Juzgado. Por denuncia de agresión física. Y es que parece ser que a Gonzalo, señor Cuesta de la Comunidad, un vecino molesto con su ejercicio presidencial le propinó tal patada, en el descansillo de la escalera, que le regaló esguince de tobillo y no sé qué de ligamentos. Menos mal que el señor Cuesta gritó con fuerzas defensivas para que asomasen cabezas libertadoras, porque, si no, en vez de ver hoy al señor presidente de la comunidad con muletas, lo veríamos, además, con ojo a la virulé.


No es descabellado, pues, pensar que los guionistas de la citada serie deban ser demasiado imaginativos para llevar a cabo su trabajo bien, sino más bien perfectos conocedores de la convivencia actual que se da entre los vecinos de comunidades que ni siquiera se conocen, vecinos que pagan y vecinos morosos, vecinos que quieren mantener en buen estado el edificio que se hace viejo o aquellos que no les importa tanto, vecinos que cuentan con confianza casi vitalicia para ser presidentes y vecinos nuevos que apuestan por administradores profesionales, descubriéndose a veces con el cambio abusos fraudulentos que los hace indeseables para la mejor y posterior convivencia.


La verdad es que da pena que esto suceda, pero es una pena ganada a pulso por los propios vecinos que habitamos los edificios sólo de puerta propia para adentro. Porque deberíamos ser mejores vecinos, más solidarios y respetuosos con las decisiones de la mayoría. Lo que no puede pasar es que el vecino del quinto, más ferro que Alfredo Landa, tenga un Belén en casa por tener que desaguar la lavadora con la bajante exterior y no pueda utilizar un retrete, porque el del cuarto no ha dejado entrar a hacer obras de la misma reforma. En fin, que así, aquí no hay quien viva.


Enhorabuena


Ha nacido el libro. Gestado hace dos años por manuscrito contenedor de 45 poesías en gallego de Filomena Dato, prestado por Carlos Guitián y Asunción Montero al amigo Fernando Román, que lo preñó de inmediato de interés por dicha escritora, dando comienzo a un largo embarazo de dos años. Hasta hoy, que ya ha visto la luz una hermosa, muy hermosa, criatura.


El bautizo, su presentación en público, tendrá lugar en el museo municipal de Ourense el próximo día dos de junio, desde donde partirá a continuación la comitiva en procesión cívica hasta el número 64 de la calle Santo Domingo, para colocar en la fachada de esta casa, construida sobre la derruida en la que moró la poetisa, la misma placa original que le habían dedicado las mujeres a la poeta en el año 1933 por su defensa de la mujer; placa que el tesón de Fernando por encontrarla en los fondos del Museo, y porque había sido tes tigo de cuando allí la depositó Camilo Conde (constructor) en 1980, comprometiéndose a volverla a poner en el nuevo edificio cuando el Ayuntamiento lo estimase conveniente, y que ahora, por ese tesón de Fernando del que les hablaba se encontró y se podrá poner.


Tanto la procesión cívica, que es recordatorio histórico a una convocatoria al pueblo ourensano del propio Ayuntamiento de procesionar en 1910 desde el Instituto hasta Lamas Carvajal, como el acto de la placa, se pretende sean presididos por las mujeres de la Corporación, en una repetición de complicidad con el reconocimiento a la mujer que escribió en defensa de todas; con palabras, entre otras, como las que ilustran la contraportada del libro de Román, perfectamente editado por Duen de Bux: ‘Ôs que negan â muller intelixencia e talento, a millor contestaceón cicais que fose o Disprecio. ¿D’onde sacaran quas almas teñen comos corpos seuso? Porquas probes das mulleres nunca tiveron enseño comos homes, que eran tontas, os homes tontos dixeron; pois aunqualgús que eran sábeos proban quixesen o mesmo, soilo logran porbar que nhuman entendemento todo é falibre e que poden os máis grandes teren erros... ‘ En la portada, que saludamos con satisfacción por su fuerza y finura, se puede ver a la poetisa Filomena, sentada y rodeada mayormente de mujeres; aunque esto no quita para que tuviera grandes amistades masculinas, de gran afinidad como la que mantuvo con Lamas Carvajal y otras importantes como la de con Marcelo Macías, Curros Enriquez o Manuel Murguía, entre otros muchos.


Apuntes biográficos, sociabilidad, relaciones amistosas, muerte, críticas literarias y semblanzas, juegos florales, y recopilación completa de la poesía, resulta rica mina cultural para conocer mejor a esta interesante y gran mujer ourensana; por ello ¡gracias!, Fernando.



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