Opinión

Percepciones

La mesa


¿De quién será esta mesa de trabajo? Si quiere jugar no vea anticipadamente la respuesta, al final de página: 1/José Carlos Fernández (cura), 2/María Buciños (hija del escultor), 3/Santiago Barreiros (fotógrafo), 4/Jaime Noguerol (periodista), 5/Charli (músico Suaves), 6/José Luis Cofán (diseñador gráfico), 7/Ana Blesa (decoradora de interiores), 8/Marta Arribas (concejal), 9/Mani Moretón (fotógrafo), 10/Kina (diseñadora).


De la cárcel a la etiqueta


’Todas las cosas en la tierra son de carácter mixto, como una mezcla de azúcar y arena’. Las palabras del gurú Babaji vinieron a mi mente después de haber estado en la misma tarde del jueves en dos ambientes diametralmente diferentes. Al primero de ambos accedí tras pasar por puertas que cierran tras de sí la libertad, un espacio donde asoma la alambrada de espino a gran altura, como frontera entre el bien y el mal, al menos en concepto jurídico legal. La cita convenida que nos llevó allí hizo que el funcionario Mosquera estuviera esperándonos, así que el temblor de inquietud que me provocó la visita a una cárcel por primera vez en la vida, tan sólo de presentir lo tremendo que debe resultar para la persona vivir con su cuerpo (de por sí, muchas veces, propia cárcel para el ánimo) dentro de una cárcel, no duró ni medio minuto. Franqueamos la distancia hasta el salón de actos a través de un patio ajardinado que era paseado por algunos internos. El motivo, asistir a un acto organizado por Pilar, la educadora social que al día siguiente ya tenía otra actividad de Roteiro preparada para determinadas reclusas, con la inestimable colaboración del interno Matías, y acto preparado para mostrar el alma viajera del amigo Cacharrón, que contó emotivamente en primera persona. Con luces apagadas, los vídeos y palabras de Alberto mostraban a ese especial mundo físico reducido cuan ancho y amplio es el que hay detrás, pero que, para ser bien vivido, paradójicamente, lo primero que requiere es estar libre. Después de la charla, con Manuel, subdirector, y Mosquera, llegamos hasta Quique PUM+J, también educador, que nos enseña los espacios de programas talleres de rehabilitación, última esperanza de un futuro mejor para aquellos que voluntariamente acceden a luchar, así, por dejar atrás la, a veces circunstancial y siempre inesperada, ruta equivocada por tener marcadas sus líneas en un ochenta por ciento de maldita droga. Pero, ya no hay tiempo para más. Yo tengo que bajar a Ourense para cambiarme, pues el segundo ambiente exige corbata; es curioso, en el recinto que dejo, hace tiempo que colgaron el uniforme de rayas. Hoy, el recuerdo de la visita aún oprime algo mi pecho; tengo que volver (ojo, de visita).


El segundo acto de esta tragicomedia de mismo día tenía otros actores, Rotary Club y Grupo Cuevas, fundamentalmente. Acudí al evento por el segundo, pues es Grupo que, desde la familia accionista (Manuel y María, sobre todo) hasta su director Manuel de la Fuente, pasando por Mayte o Karina y demás trabajadores, me merecen la simpatía propia de una admiración vecinal por, especialmente en los tiempos que corren, fijar población en Ourense con una plantilla, además, en más del noventa y cinco por ciento con contrato fijo. De ahí que a nadie, creo, le extrañase el reconocimiento por el premio concedido por el Rotary Club, sobre quien me puso al corriente con pasión uno de sus miembros, Julio Soto, al compartir mesa.


Mesas redondas (físicas, no de negociación), numeradas para asignación de comensales, con la presidencial engalanada por autoridades políticas y señoras (¡qué curioso!, no había ninguna autoridad mujer en la mesa, si no estoy confundido por estar la mía muy distante y sólo fijarme al irme); por supuesto, completada con Manuel de la Fuente y Eugenio, presidente del curioso Club, faltaría más de lógico protagonismo, y faltaría menos según el comensal que me hizo comentario sobre la autoridad natural que le merece el orador premiado.


Mujeres y hombres acicalados para la ocasión, en un entorno tan agradable y abierto que chocaba fuertemente con mi impresión fijada previamente del otro comedor encerrado entre duras paredes. ¡Cabeza &Juan, dando la nota con risitas y su no saber callarse la boca mientras otros estaban platicando desde la tribuna!, o la prepotencia imbécil de alguno que reparte tarjetas de visita de sus distintas empresas, cual si fuera un ser trino, para mostrar gran poderío, parecían situar abajo lo que está arriba, mientras, al contrario, el respeto demostrado en el Pereiro levantaba algo un juicio bajo. Cosas de la apariencia y el ser, que me traen otras palabras del maestro Babaji que son continuación de las primeras con la que comencé esta crónica: ‘Sé como la inteligente hormiga, que únicamente escoge los granos de azúcar sin tocar los de arena’. Ya me gustaría ser hormiga como aquella, pues, que sabe escoger, en cárcel o Laias, donde hay azúcar y dónde arena. Y con esto y un bizcocho (para la mesa del 9), finalizo.



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