Opinión

Percepciones

Desde la distancia


Oigan, queda muy bien el título ‘Desde la distancia’, cual si fuera de gran película; por eso lo utilizo, pues por la circunstancia de estar a una hora, o 110 kilómetros de buena carretera, de separación, más bien suena ridículo. Pero parece mentira que lo ridículo sea capaz, a veces, de crear en tu cabeza objetivos distintos que convierten una cita habitual con el periódico en cita difícil.


Y es que estoy desde el viernes en la playa buscando con ganapán de pesca la noticia por las orillas del mar que bate en Playa América; aunque debe ser todavía algo pronto para muchos veraneantes, o que la crisis acucia los posibles de todos, porque parece que estemos en el mar Muerto de lo muerto de ourensanos que anda esto. Menos mal que julio tiene a Julia Coello.


No obstante, siempre se encuentra argumento para contar algo, y este algo me lo había adelantado el otro día Alfonso Monxardín, que no sé si ya ha ido o venido de tierra Santa, y Sesé Martinez Silva, capitán intrépido del mar, las muelas y los dientes, que habían estado, ambos, el fin de semana anterior por estos lares. La cosa va de Plan E en Playa América.


Desde un 9 de julio de hace 31 años no falto a mi cita veraniega con esta playa tan ourensana, llegando a ella primero por carretera antigua, después autovía y, ya últimamente, por autopista. En estos mismos 31 años, plazo en que se construyeron infraestructuras viarias tan importantes, nunca presencié mínima obra en las calles que circundan el céntrico núcleo urbano de la playa, ni en verano ni en invierno. Núcleo urbano de cuatro calles pequeñas. Siempre sin aceras, con un aparcamiento en batería cegando la salida al peatón, una anarquía que ya nunca creí diera cabida a ningún orden. Pero hete ahí que vino Zapatero con su Plan E, y Nigrán se ha puesto a la tarea del arre glo de este espacio. En pleno junio, que se adentró en julio, y que va camino, casi con toda seguridad, de continuar en agosto. Momento de lo más oportuno, al parecer. Todo un acierto para vender comodidad a los turistas y animarlos a que repitan. Además, después podremos hacer otro plan, el T de turístico, editando folletos de nuevas calles que con tal progreso atraerán a los foráneos en invierno. De momento, Manolo, el marido de Tucha, no lo comprende y anda indignado, porque ni siquiera hay sitio aparcar el coche los que viven allí; ahí tienes, ahí tienes me dice-, material para varias ‘percepciones’ ... ¡exageraooo! Quien sí está por Playa América, como siempre desde una pila de años, y está cojonudamente (para su edad), es el elegante Genaro, todo un señor, de Ourense y Baixa Limia, que en próximo septiembre cumplirá 96 años. Se le puede encontrar tomando el aperitivo, o a media tarde, en la terraza del Medalla de Oro, a donde ha llegado el pulpo á feira en fines de semana (tengo que preguntarle al paisano si es de casa; o sea, ourensano, pues pulpeiras o pulpeiros no pueden ser de otro lado; y que la Diputación registre pronto este oficio con un made propio, por si acaso), acompañado siempre de su hijo Jorge o de su hija Carmen, que no lo dejan nunca solo. Y eso está muy bien porque, precisamente el otro día al lado de esa terraza, yo no sé si por tropezar con motivo de las obras, había caído y estaba tumbado un hombre, del que estaba pendiente Jorge (al ser médico) pero que no tuvo que intervenir porque estaba ya perfectamente atendido por una enfermera, a la espera del 061 que se había avisado; el caso es que el buen hombre tenía a la mujer y a una hija en la playa, pero no se acordaba del número de teléfono de ninguna de ellas para poder avisarlas; hubo que esperar a que sonara la megafonía, que otros años hacía de aparcacoches, para llamar a la familia del señor de Lugo. Una anécdota que no tuvo más importancia pero que habla de la necesidad de no dejar nunca solo a un hombre que no pueda, por ejemplo, recordar un número de teléfono. Que no es el caso de Genaro, que lleva grabados en su teléfono los números de sus hijos; pero está muy bien que lo acompañen.


El tiempo es como el viento, empuja y genera cambios (que decía Benedetti), y llevaba yo día y medio, viernes por la tarde y sábado entero, acostando el cuerpo sobre este colchón caliente de arena, cuando el domingo amaneció el día con un altavoz que nos increpó de tanto tostar el cuerpo, así que trajo tiempo cubierto y gotas suficientes para dar al traste con mi crónica de los bañistas ourensanos, que los esperaba en domingo por estos pagos. Pero, por seguir con Benedetti, ‘de pronto nos sentimos prisioneros de una circunstancia que no buscamos sino que nos buscó’. Y la mía espera otros domingos para ser escrutados cerca del mar.



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