Opinión

Percepciones

Va de récords curiosos


No de Bolt, que los pulveriza tan rápido como los 100 o 200 metros que corrió en Berlín, sino de Ourense, que bate tan cruel récord como el de tener la gasolina más cara de España: 107 euros el litro de gasolina. Otro récord, no tan cruel, y de Galicia, es el de máximos consumidores de papel, también de toda España incluida la Cataluña del Estatut, con 130 kilogramos por hogar. ¡Por fin un dato maravilloso para nuestro territorio!, pensarán ustedes, pues papel, y más papel, es buen indicador de un nivel de lectura; pero no, lamentablemente no responde dicho papel a inquietudes culturales, más bien a quietudes culares, porque el papel fino del que somos consumidores mayores del reino es el apropiado para limpiar el trasero, dígase papel higiénico, y esto tiene que ver mas bien con ser cagones.


Asoma la vuelta


La vuelta de vacaciones. Por la calle ya se ven caras bronceadas recién llegadas. Entre ellas, médicos conocidos como De la Rúa y Quiroga, u hombres de la justicia retornando a sus causas, como un Atrio vuelto de la Pamán en muy buena forma, o Alañón que no ha pillado curvas de bicicleta pero sí alguna de cintura. No he visto aún a muchos políticos (no hay elecciones), pero sí a Marga Martín (la nueva temporada para su Pabellón está ahí) o José Luis Sousa, de quien me han comentado su escapada a los Picos de Europa el pasado fin de semana; acompaño testimonio fotográfico que da fe de la aventura, ordenando de izquierda a derecha a sus expedicionarios para su mejor reconocimiento: José Antonio, Manuel Novelle (el hombre que este verano tuvo problemas con una puerta que se resistía a que la abriera), Carlos y Álvaro Escanciano, Guillermo González Lozano (¡coño, primo del también leonés Zapatero!), el propio Sousa e Isidoro Rodríguez (único alpinista profesional de la pandilla, que ha escalado el Everest y otras cimas a la altura de muy pocos, lógicamente). Pues desde Collado Jermoso hasta la cumbre de La Palanca (2.614 m de altitud, con una pendiente superior al 60%), hasta bajar a Cordiñanes, haciendo noche a cielo raso, no creía yo fuese cosa para estos intrépidos ourensanos que peinan canas y suman años. ¿Será un prepararse para otras cumbres? Me queda la curiosidad de saber la opinión de un primo sobre el otro, y saber si coincide con la de Jose Luis; le preguntaré a él cuando le vea.


Asolado


Llevo con él casi once años. Casi mejor dicho, me lleva él consigo desde ese tiempo. Sin ningún tipo de problema; al revés, nos hemos cogido bastante cariño. Cada uno cumple con lo que el otro le pide o espera de él sin que haya habido jamás ningún accidente que nos pudiera separar, ni siquiera unos días de reflexión para su oportuno arreglo. Pero la vida, el camino recorrido juntos, más de cinco vueltas al mundo por eje del Ecuador, eso es más de doscientos mil kilómetros, siempre provoca el crujir algo la relación, cual gastadas zapatas de freno.


Natural, el paso del tiempo gasta todo, desgastándolo, afortunadamente, de manera progresiva para poder afrontar más suavemente la angustia por la pérdida definitiva; ley de vida, mágica, que la hace más soportable. El caso es que por ese lógico deterioro fuimos juntos a pasar una revisión especializada que nos asesorara del futuro que nos espera para seguir unidos. Al especialista que nos tocó en cuestión, llamado tasador, le entregué el volante de la situación, a fin de que me informara del exacto valor del bien, que daría paso a la posibilidad de aparcarlo definitivamente (esta intención se la había callado a mi amigo) o seguir juntos más tiempo.


Después de un rato, el tasador, hombre serio y distante en su trabajo, quizás para no dejar lugar a resquicio de debilidad que quebrara el juicio objetivo, soltó un lacónico informe resumido en simple cifra: 500 euros. Y no hay más. Así que una especie de asolación se apoderó de mí de inmediato, pensando en que ese mismo importe había pagado hacía dos meses por vulgar correa de distribución; o sea, mi bien querido, mi objeto tratado con mimo a lo largo de tantos años, durmiendo siempre en la casita comprada para él, no valía más que la correa de distribución que le habían colocado hacía poco tiempo. Pues sí, es así, y así es la decepción que se lleva uno al comprobar tanta diferencia entre la estima subjetiva y objetiva, cual propia vida. Salí de la humillación con el coche entre las piernas, y, éste, que hasta entonces nada había sospechado de la intención real de haberlo sometido a esta operación (sintiose algo cornudo), tomó venganza produciendo nuevos ruidos que me han obligado a darle una pequeña vacación pagada en el taller para que los calme.



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