Opinión

DEL 20-N AL 25-S

Vaya por delante, cual pancarta, que todos tenemos derecho a manifestarnos. Al fin y al cabo, de eso va esto que llamamos democracia y que viene a ser, como decía Winston Churchill, el menos malo de los sistemas políticos. Así que bien está que no se pierda eso de manifestarse, esa clase de protesta que ensayaron nuestros padres en el tardofranquismo y que es, por definirla de algún modo, la forma más reivindicativa del paseo urbano. Y, ya de paso y por lo que uno recuerda de un par de ocasiones, un pretexto ideal para faltar a clase no habiendo otro mejor.


Dicho eso, hay que tener cuidado con esto de los derechos porque a menudo la gente los estira y los estira hasta que, como los viejos jerseys, dan de sí y resultan inservibles. Y eso es lo que ocurre con el derecho de manifestación: la mayoría lo usa, pero algunos abusan y, al final, llueven palos y se arma la de San Quintín. Como el 25-S ante el Congreso de los Diputados, cuando unos cuantos energúmenos amagaron, y sólo amagaron porque no pudieron hacer otra cosa, con ocupar la Cámara Baja mientras se celebraba una sesión plenaria en su interior.


Es más que comprensible que la gente esté harta de muchas cosas y es más que lícito que se manifieste. Pero de ahí a ocupar el Congreso, como proponían los convocantes de esa manifestación, va un buen trecho. Ante todo porque, como se estudia en Derecho Constitucional, las Cámaras son inviolables. Aunque, en el caso del Congreso de los Diputados, podríamos decir que, tras el 23-F, ya no conserva esa virginidad que se le pretende. Pero, más allá de lo que dispongan los tratadistas y las constituciones de aquí y de allá, la ocupación del Congreso no viene al caso porque lo que deben hacer los descontentos es ocupar las urnas. Y de eso tuvieron ocasión el pasado 20 de noviembre y la tendrán, con toda seguridad, en el futuro.


Por eso no se entiende que algunos deseen emular al pueblo parisino y tomar las instituciones como quien toma La Bastilla. Esos tiempos ya han pasado y ahora lo que toca es otra cosa: protestar, sí, pero de otra manera. Las formas no pueden desmerecer el fondo y eso es esencial en democracia: el 20-N y el 25-S.

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