Opinión

LA BANDERA DESAHUCIADA

Lo que nos faltaba: a falta de otros asuntos de los que ocuparse, el nacionalismo catalán se preocupa ahora de esconder la bandera de España de los edificios públicos. Así lo revela una iniciativa de la Solitaritat Catalana per la Independència de un Joan Laporta que, con el beneplácito de Convergència i Unió, aspirar a colarle un gol por la escuadra a una legalidad despistada. Y, aunque es probable que la tentativa no pase de eso, no deja de ser reveladora de un modo de hacer política.


Desde luego, no es novedosa esta inquietud de los nacionalistas catalanes, tan dados a ocultar las miserias propias y las banderas ajenas. Cuando se trata de disimular, lo mismo les dan sus corruptelas y sus célebres mordidas que la enseña que no sienten como propia. En cualquier caso, se manejan con una sorprendente habilidad y lo mismo hurtan a la opinión pública la realidad de sus tejemanejes que los símbolos patrios. Les resulta increíblemente fácil y, como queda dicho, lo mismo les da una cosa que otra.


Con todo, lo verdaderamente novedoso de esta iniciativa es que va más allá y pretende legalizar lo ilegal, consagrando una práctica que no es del todo extraña en Cataluña. A fin de cuentas, a lo largo de las últimas décadas, la bandera española ha ido desapareciendo del ámbito público en esa Comunidad Autónoma. Desahuciada por la vía de los hechos, no es de extrañar que ahora quieran darle la puntilla en el boletín oficial. Algo que, además de ser dudosamente constitucional, es una traición a un país que lo es de todos y que no excluye a nadie: España.


Desde luego, es curioso el daltonismo político de los nacionalistas catalanes: les desagradan el rojo y el amarillo, antes gualda, de la bandera española. Y, sin embargo, idolatran los mismos colores en las líneas adelgazadas de la 'senyera'. Quizá no se dan cuenta de que las dos enseñas no están reñidas entre sí. Quizá tampoco se dan cuenta de que hay otros problemas (como la tasa de paro, la calidad de la educación, las deficiencias de la sanidad pública o la lentitud de la justicia) que son los que verdaderamente preocupan, e incluso angustian, al ciudadano común. Quizá no se dan cuenta o quizá, todo puede ser, no quieren darse cuenta.

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