Opinión

LA CONTRADICCIÓN DE RAJOY

Rajoy me recuerda, por momentos y salvando las distancias, a San Pablo cuando todavía no era santo y libraba sus batallas para llegar a serlo. Y digo esto, y disculpen la osadía de la comparación, porque ambos se convirtieron tras un batacazo, permanecieron ciegos durante una temporada y, recuperada la vista, se vieron enredados en esa contradicción, por otra parte tan humana, de hacer lo que no querrían y querer hacer lo que no hacían.


Ese es el caso del presidente del Gobierno, que se encuentra en la difícil situación de quien debe escoger, como él mismo ha admitido, no entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo peor. Ha llegado el día, que uno anticipó hace ya varios meses, en el que Rajoy bien podría arrepentirse de haber ganado las elecciones y en que Rubalcaba podría congratularse de haberlas perdido. Y eso porque, cuando toca tomar decisiones difíciles, los gobernantes suelen añorar los tiempos en que ejercían esa oposición que, a fin de cuentas, es como el toreo de salón: agradecido e incluso hermoso, aunque no deje de ser una forma de impostura, sin toros y sin cornadas.


Ahora el Gobierno está en el ruedo, asediado por la oposición y por los mercados y enfrentado a millones de ciudadanos que no entienden que aquí se recorte todo, salvo los impuestos. Y es verdad que eso no es grato y que, a buen seguro, no era el sueño de Rajoy cuando llegó al poder. Pero también es cierto que vivimos muchos años por encima de nuestras posibilidades, que llegamos a creer que éramos verdaderamente ricos y que alimentamos un Estado mastodóntico con vocación de metomentodo, que lo mismo construía aeropuertos sin sentido, que adoctrinaba niños o velaba, y en eso sigue, por nuestros niveles de colesterol.


Eso fue lo que pasó: vivimos en el espejismo de la opulencia, amanecimos enfermos y, ahora que llega el cirujano, protestamos. Y es cierto que a nadie le gusta un bisturí, pero no hay demasiadas posibilidades. A no ser, claro, que vayamos por libre, que Europa no nos preste un euro y que nos mande, como diría Fernán Gómez, a la mierda. Para que no pase eso, Rajoy ha hecho lo que ha hecho y hará lo que tendrá que hacer. Y por ese motivo, como decía, me recuerda al San Pablo que escribía: 'y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco'. Pues eso.

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