Opinión

EMPRENDEDORES SOCIALES

Si hay una tarea ambiciosa, ésa es la de quienes aspiran a cambiar el mundo. O, lo que es lo mismo, la de quienes no sólo se indignan ante las injusticias, sino que también se dignan hacer algo para combatirlas. Una tarea que felizmente ocupa cada día a millones de hombres y mujeres que, allí donde están, ayudan a construir un mundo mejor.


De entre esas personas, merecen una especial mención los 'emprendedores sociales', tan de actualidad tras la concesión del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional a Bill Drayton, fundador y presidente de Ashoka y padre intelectual, por así decirlo, de este concepto tan novedoso como necesario.


Al igual que los emprendedores tradicionales, los emprendedores sociales son personas en las que concurren unas especiales características que los convierten en los agentes del cambio: visión, creatividad, disposición, capacidad de trabajo... Pero su motivación no es la obtención de un beneficio económico, siempre legítimo, sino el cambio social, siempre preciso. Y a ello es a lo que consagran sus esfuerzos, sabedores de lo importante que es su aportación, por mínima que sea.


Entre los emprendedores sociales españoles que cuentan con el patrocinio de Ashoka, la organización de Bill Drayton, podemos citar a Andrés Martínez, a Antonio García, a Beatriz Fadón o a Isabel Guirao, por citar sólo a unos cuantos. Ellos son algunos de los nombres propios que están detrás de proyectos como la difusión de la telemedicina en zonas rurales en desarrollo, la atención al ocio de las personas con discapacidad intelectual o la promoción del espíritu emprendedor entre los más jóvenes.


Lo que hacen estas personas es ayudar a combatir las injusticias y aportar soluciones. Y lo hacen, en no pocas ocasiones, empezando por su barrio o por su ciudad. Honran así el proverbio chino que sostiene que, antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, es conveniente dar tres vueltas por tu propia casa. Desde luego, gracias a estas personas podemos abrigar la esperanza de un futuro que sea, cuando menos, un poco mejor que el presente. Construirlo exige un esfuerzo titánico. Es casi, o sin casi, un cometido utópico. Pero es necesario. Y, por fortuna, con la iniciativa de gente como Drayton y el trabajo de tantos, es posible.

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