Opinión

UNA FOTO CON FRAGA

Con Manuel Fraga conservo una fotografía tomada a pocos metros de Mariano Rajoy en aquellos tiempos en los que José María Aznar, que estaba algo más allá, todavía ejercía, aunque por poco tiempo, como líder de la oposición parlamentaria. Conservo también la anécdota de que, al acercarme a Don Manuel para hacerme aquella foto, el de Vilalba me tomó por el hombro y me dijo algo así como 'busquemos un fotógrafo, joven', cosa que no fue precisa porque ya había quien, tras el visor de mi cámara, había inmortalizado aquella escena.


En aquel entonces yo era un chaval que acababa de aprobar la Selectividad, Fraga era todavía el presidente de la Xunta, Aznar repetía machaconamente su 'váyase, señor González' y a Rajoy, por lo que recuerdo, había uno de mis compañeros de asiento que no sabía ponerle nombre y cargo y que, por ese motivo, nos preguntaba a los demás por 'el señor de barba'. Mucho ha llovido desde entonces: hoy ya no hay quien desconozca a Rajoy; Aznar ha pasado, como Felipe González, de la Moncloa a un segundo plano, y yo, lo admito, tendría alguna dificultad para disertar, como en mi examen de Selectividad, acerca de Santo Tomás y Averroes.


Y a todo eso se une el hecho, tan triste como reciente, de que Manuel Fraga ha fallecido. Ese es el motivo por el que hoy recuerdo aquel episodio vivido, y nunca mejor dicho, a su lado: porque querría testimoniarle, ahora que ya no está, la admiración que le profesé casi desde niño y que aquel día me llevó a pedirle una foto. Otros se la habrían pedido, y bien harían, al futbolista o al cantante o a la actriz de moda. Yo se la pedí a Manuel Fraga porque, entonces como ahora, representaba para mí la encarnación de un político honrado como ningún otro.


Y al hablar de su honradez no obvio las otras virtudes que lo adornaban y que lo han convertido en un personaje irrepetible: el entusiasmo sin par con el que defendía sus ideas, su saber enciclopédico, su verbo arrollador, su inagotable capacidad de trabajo, su decidida apuesta por la democracia y tantas otras. Y, sobre todo, el afán con el que siempre sirvió a España y, muy especialmente, a su Galicia natal. Ese fue Manuel Fraga, el Don Manuel por antonomasia: el hombre que, en aquella foto mira, junto a un chaval sonriente, al objetivo.

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