Opinión

GENTE HONRADA

Ocurrió esta semana en una de las calles más transitadas de A Coruña: un abogado perdió un sobre que contenía 6.000 euros. Al cambio, casi un millón de las desaparecidas y últimamente añoradas pesetas. Un dinero, dirán ustedes, que muchos pierden todos los días: invirtiendo en bolsa, apostando en un casino, malogrando una oportunidad comercial e incluso, como en esta ocasión, extraviándolo en algún lugar de ese trayecto que arranca de una oficina bancaria y lleva a cualquier parte.


Pero lo noticioso es que, en este caso, hubo una profesora que, para alegría del letrado, encontró el sobre perdido y que, ni corta ni perezosa, acudió a entregarlo en la comisaría de policía más próxima. Y así fue como esta historia tuvo un final feliz: el abogado recuperó su dinero -en realidad, el dinero de uno de sus clientes-; la profesora, cum laude en esto de la honradez, impartió una clase magistral en la materia, y nosotros, gracias a la labor de los medios, hemos sabido de las peripecias de un coruñés y de la integridad de una de sus convecinas.


Habrá quien diga que un gesto como el de Isabel Guillén, que así se llama la protagonista de este episodio, es lo que cabe esperar de una persona de bien y que no tendría que ser noticia. Y no les faltará algo de razón a quienes sostengan tal cosa, porque lo que hizo esta señora es lo debido. Aunque también es cierto que, siendo lo debido, no siempre es lo habitual y que, precisamente por eso, es lógico que los medios se hagan eco de lo ocurrido.


En este punto, recordaré de nuevo a Chesterton cuando escribía: '¿Por qué diablos se publica en el periódico la siguiente noticia: Ayer un albañil se cayó del andamio y se mató? ¿No sería más inteligente y, sobre todo, más consolador anunciar: Ayer, en Gran Bretaña, 68.224 albañiles no se cayeron del andamio?'. Y a esto añadía el filósofo francés Thibon: 'En efecto, a poco que se piense, dada la fragilidad de los andamios y lo distraídos que son los hombres, resulta mucho más extraordinario que 68.224 albañiles no se caigan del andamio que el hecho de que se caiga uno solo'.


Razón tenían Chesterton y Thibon. Y así, en el caso que nos ocupa, lo inteligente y lo consolador, además de lo extraordinario, es saber que todavía queda gente honrada en nuestras calles: en A Coruña, en Ourense y en tantos otros lugares. Y bien está saberlo.

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